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Visión estelar de un momento de guerra: Verdún 1916

of: Ramón del Valle-Inclán

Ediciones Evohé, 2014

ISBN: 9788415415725 , 109 Pages

Format: ePUB

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Price: 3,49 EUR



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Visión estelar de un momento de guerra: Verdún 1916


 

Los ojos en la batalla

Jaime Alejandre

Cuando los ojos de un creador extraordinario como los de Valle-Inclán se posan en la experiencia más extrema que un hombre puede conocer, o sea, en la guerra, todo palidece.

Cualquier otro cronista viajero que se moviera por los campos de batalla de esa masacre absurda que fue la I Guerra Inmundal nos habría dejado estampas clónicas, que no responderían más que a la realidad más evidente y podrían intercambiarse de autor en autor sin adivinar quién las escribió. Pero Valle (1), Valle ve los detalles ocultos y que en sí atesoran lo que es la verdad más profunda y auténtica. Como el indispensable y magnífico dramaturgo que era, Valle-Inclán, tomando anécdotas aparentemente menores en medio de la conflagración, las convirtió en alegorías.

Y todo ello en los brevísimos textos de La media noche, que el académico Darío Villanueva (2) considera novela que «merece especial atención, pues en ella está el fundamento de la poética narrativa valleinclaniana posterior».

Son para nosotros también literatura de viaje, testimonio, parte de los puntos de vista que, como señala el manifiesto de nuestra colección de El Periscopio, nos ofrecen los viajeros en su papel de «testigos del mundo que no pretenden contar más que su propia vivencia, directa e individual, lo que ven sus ojos. Aunque en la trastienda de esos mismos ojos aún se agiten siempre los ideales, los prejuicios, las convicciones del viajero, su biografía, sus temores y esperanzas, sus sueños y anhelos».

No en vano, la primera parte del texto que aquí hoy publicamos, La media noche, como otra producción literaria de don Ramón, se fue publicando por entregas. En este caso fue en el periódico madrileño El Imparcial en 1916. Pero la crónica sería reescrita para su edición en formato libro al año siguiente, en el que, como señala en una interesante Comunicación la profesora Laura Giaccio, de la Universidad de La Plata (3), suprimió Valle dos capítulos. Estos dos capítulos, publicados el 14 de octubre se han trascrito literalmente en el Anexo I.

Cabe señalar que el día anterior a la publicación de los primeros capítulos de la crónica, El Imparcial anunció ésta con un breve texto en primera página que decía:

Un día de guerra, por D. Ramón del Valle-Inclán.

Don Ramón del Valle-Inclán, el ilustre autor de Flor de santidad, de Romance de lobos y de tantas obras maestras, regresó del frente francés para escribir en su retiro de Cambados las emociones de la guerra. La labor está hecha y lega a El Imparcial, quien la recibe con alegría que se apresura a transmitir al público.

Mañana comenzaremos a publicar en folletón Un día de guerra. Valle-Inclán agrega al título estas palabras: Visión estelar. Un plan singular, originalísimo, le permite fundir innumerables impresiones en una narración libre, llena de interés y de vigor. No se trata del paso de un corresponsal por las trincheras, sino de la convivencia de un alto espíritu de poeta con el pueblo que lucha desde el mar del Norte hasta los montes alsacianos. De la fortuna con que ha llevado a cabo Valle-Inclán su gigantesca concepción el lector ha de juzgar por sí mismo. El arte maravilloso del gran estilista en presencia de la lucha más heroica y más científica que vieron los siglos cristaliza en páginas llamadas a vivir a través de los tiempos como un eco del dolor de Europa en el corazón de España.

Los diferentes capítulos de La media noche fueron publicados en las siguientes fechas: el 11, 14 y 17 de octubre en primera página. El 23 de octubre apareció en Los lunes del Imparcial, en página 3 del diario mientras que en relación con la guerra, en primera página se reproduce un curioso artículo satírico titulado «De cómo la guerra acabará el año que viene», esto es, en 1917. Este artículo reproduce la propuesta del cronista Pierre Mille del Excelsior para adivinar el fin de la guerra: apuntar la fecha de nacimiento del lector, elegir el año en el que el lector haya sido más feliz, y sumarlo; sumarle además la edad que cumpliera el lector en 1916 y también el resultado de la diferencia entre el año en que el lector fue más feliz y el año actual de 1916; a continuación se le sumaban dos, «puesto que la guerra ha durado ya dos años». Y después de todas estas sumas se dividía el total por dos. Y siempre salía 1917: «podéis hacer la experiencia con vosotros mismos, con vuestra mujer —decía el humorista francés—, con el cobrador del tranvía, hasta con el propio presidente de la República a condición de que quiera revelaros en qué año ha sido más feliz. Siempre saldrá 1917. La guerra acabará, por lo tanto, en 1917. La misteriosa potencia de los números lo proclama». Desgraciadamente otro incontable número, el de los muertos que cayeron hasta el 11 de noviembre de 1918, día del armisticio, rebatiría lo proclamado por Pierre Mille en el artículo que arrebató la primera plana a Valle.

Los siguientes capítulos de la crónica valleinclaniana aparecieron el 30 de octubre. En esta ocasión desplazados de la primera página por un artículo que bajo el epígrafe de «La raza. Legiones españolas al servicio de Francia» glosaba las gestas de unos voluntarios en el Somme.

El 13 de noviembre vuelve La media noche a la primera página; pero el 23 de noviembre pasa a página par, la segunda del diario, porque en portada se reseña ampliamente la muerte del Emperador de Austria-Hungría, Francisco José; el 4 de diciembre el texto de Valle pasa a tercera página destacando en portada las posiciones de varios diputados sobre el juego. Finalmente el 18 de diciembre, que concluye la publicación de la crónica regresa a primera página, compartiendo espacio con otra noticia de la guerra referida al «Frente inglés en Francia» (4).

No podemos olvidar que estos textos de Valle se escriben en su primer viaje a Francia, donde tuvo una extraordinaria acogida, fundamentalmente debido a su apoyo a los aliados, hecho patente en 1915 al firmar un manifiesto de adhesión (5). Motivo por el cual fue invitado a participar en diversos actos de intelectuales parisinos e incluso fue recibido por el presidente del Consejo de Ministros, Aristide Briand.

No obstante, al margen de por su posicionamiento político en la guerra, ya era conocido Valle en Francia como escritor literario de especial interés pues el diario L’Illustration (13 de mayo de 1916) reseña su llegada a París calificándolo de ser «posiblemente el más ilustre, y ciertamente el más original de los escritores españoles, (que) es a la literatura española lo que Zuloaga a su pintura» (6).

Años después, desde su exilio en Lima (Perú), su amigo y compañero de viaje, Corpus Barga, rememoraría el acontecimiento de la llegada a París de Valle-Inclán, haciéndolo con deliciosa prosa, reseñando su encuentro con nuestro dramaturgo en un restaurante del barrio Latino, enfrente del jardín de Luxemburgo. Con indiscutible acierto, parafraseando a Cervantes y la batalla de Lepanto, el periodista madrileño, corresponsal en París, tituló a su viaje a Francia en plena Gran Guerra como «Valle-Inclán en la más alta ocasión» (7). Una guerra que muchos han considerado —Corpus Barga tal vez el primero— que marcó el comienzo del siglo XX, y no la mera peripecia cronológica del cambio de dígito de 1900. Y así, alumbrando un nuevo siglo esa guerra anunciaba también un nuevo mundo del que Valle nos dejó viva impresión.

Ahí asistimos, con los mismos ojos asombrados de nuestro genial autor, a la carrera del perro entre las trincheras llevando el desalentado y sucinto mensaje de un teniente informando de que las tropas alemanas han entrado en sus trincheras. «¡Viva Francia!, ¡Arriba los muertos!». Nadie más quedará, sino los cadáveres para erguirse ante las tropas invasoras. Y en nosotros permanece la imagen de ese perro inquebrantable que corre y bajo la acusadora luz de los reflectores se agacha igual que hacen los soldados. Porque los propios soldados se han convertido en auténticos perros de la guerra que a sus mandos ya solo les sirven para taponar con sus cuerpos las heridas de la imaginaria línea de un frente que apenas se mueve.

En las palabras de Valle, implacablemente sucintas, sabemos de las ruinas de Arras, en las que, humilladas por su propio pasado y por su destino, dos muchachas huyen de pueblo en pueblo. «Su padre se fue a la guerra, y ellas —nos dice Valle— están encinta de un soldado alemán». Si un verdadero dramaturgo alcanza más gloria literaria por lo que calla, por los...