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Más allá del Pensamiento Crítico

Más allá del Pensamiento Crítico

of: Héctor Sierra Longega

Grupo Rodrigo Porrúa, 2017

ISBN: 9786078550180 , 312 Pages

Format: ePUB

Copy protection: DRM

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Price: 5,48 EUR



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Más allá del Pensamiento Crítico


 

INTRODUCCIÓN

La bomba atómica ha alterado profundamente la naturaleza del mundo como lo conocíamos, y la raza humana consecuentemente se encuentra en un nuevo hábitat para el cual debe de adaptar su pensamiento.

—Albert Einstein1

En los albores del tercer milenio el futuro no se ve muy alentador. En el momento de escribir estas palabras, está cayendo una lluvia cálida en Washington en medio de la temporada invernal, cuando supuestamente debería estar nevando; esto ocurre poco después de que se anunció que en 2016 la temperatura atmosférica promedio de nuestro planeta superó todos los registros históricos, incluyendo las marcas previas de 2015 y 2014, y todo parece indicar que esta tendencia a la alza va a continuar, lo que va a tener un impacto catastrófico en los ecosistemas de la Tierra. El calentamiento global es sólo uno de los retos que enfrenta la raza humana en el siglo XXI, incluyendo la extinción masiva de especies, el brote de virus mortíferos, el terrorismo y la creciente injusticia y desigualdad en el mundo.

Nadie debería dudar de la capacidad tecnológica de la mente humana para superar estos problemas y para crear un mundo más próspero y justo. Sin embargo, precisamente es la misma tecnología la que ha contribuido a generar muchos de estos conflictos. La voracidad por recursos energéticos y el agotamiento de los pozos de gas y petróleo nos ha llevado a desarrollar nuevas

técnicas de extracción profunda, como el proceso de fracturación hidráulica, o “fracking” (ver glosario), el cual tiende a contaminar los depósitos acuíferos y reducir la calidad del aire. Por otra parte, la habilidad de los humanos de ocupar y arrasar con prácticamente todos los hábitats de la Tierra ha ocasionado la extinción o casi extinción de muchas especies invaluables para el ser humano. La convivencia cercana con otras especies también ha permitido el brote epidémico de virus como el Ébola, el cual se originó en África Occidental debido al contacto directo con primates, pero su transmisión global se hizo posible gracias a la invención de otra maravilla de la tecnología moderna: los aviones jet.

¿Será entonces que los humanos finalmente vamos a auto-destruirnos y a desaparecer de la faz de la Tierra como el 99.8 por ciento de las especies que alguna vez poblaron nuestro planeta? Esto explicaría la llamada Paradoja de Fermi. En 1950, después de hacer unos cálculos rápidos, el físico italiano Enrico Fermi, una de las mentes científicas más brillantes del siglo XX, concluyó que existía una alta probabilidad de que hubiera civilizaciones más avanzadas que la nuestra en el universo y por lo tanto la Tierra ya debería haber sido visitada por extraterrestres, de ahí su pregunta cuestionándose su ausencia: ¿dónde están todos? Varios años después, en 1961, el astrónomo estadounidense Frank Drake refinó las ideas de Fermi y diseñó una ecuación para estimar la cantidad de civilizaciones en nuestra galaxia, la Vía Láctea, susceptibles de poseer tecnología avanzada que les permitiera comunicarse con los humanos.

Utilizando su ecuación, Drake estimó que en nuestra galaxia había 10 posibles civilizaciones inteligentes que podrían comunicarse con los humanos. Este número fue bastante criticado,

no tanto por la ecuación misma que muchos consideran válida, sino por la enorme incertidumbre relacionada con el valor de los parámetros de la ecuación, especialmente en cuanto a la proporción de planetas en nuestra galaxia en donde la vida inteligente se ha desarrollado, y en cuanto al factor de longevidad. Este último se refiere al periodo de tiempo en que una civilización inteligente y comunicativa puede existir.2 Las estimaciones más recientes de posibles civilizaciones van desde cero (donde nosotros somos la única civilización inteligente) hasta 156 millones, lo que muestra que la ecuación de Drake arroja resultados muy diferentes dependiendo de los supuestos utilizados en el cálculo de los parámetros.

Seguramente, gracias a las nuevas tecnologías, las observaciones astronómicas serán cada vez más precisas lo cual nos va a permitir refinar los estimados de la ecuación. En los últimos años los científicos han descubierto un número cada vez mayor de exoplanetas, esto es, planetas que orbitan una estrella diferente al Sol, algunos de ellos con masa similar a la Tierra y con órbitas en la zona habitable de su estrella madre, donde puede ser posible que prevalezcan condiciones similares a las de la Tierra. Los científicos también han progresado enormemente en entender la abiogénesis, esto es, el origen de la vida a partir de la no existencia de esta, es decir, partiendo de materia inerte como simples compuestos orgánicos. Gracias a la ciencia, tenemos ahora una mejor idea de la estructura y evolución del cerebro humano, aunque todavía quedan muchas interrogantes incluyendo por qué ninguna otra especie muestra el mismo nivel de inteligencia que los humanos. Indudablemente, todo este progreso va a permitir a los científicos reducir el rango de incertidumbre de los parámetros en la ecuación de Drake.

Sin embargo, el parámetro con más incertidumbre pero con más relevancia para nuestra especie, es el factor de longevidad. Las observaciones hasta ahora indican que en nuestra misma galaxia hay planetas similares a la Tierra que pueden tener vida inteligente, por lo que la pregunta de Fermi sigue vigente: ¿dónde están todos? Puede ser que los viajes interestelares sean o imposibles o tan difíciles y costosos que no valga la pena hacerlos. Una posibilidad, que aunque suene inverosímil debemos contemplar, es que los seres inteligentes siempre se destruyen entre ellos o algo lo hace, antes de que puedan explorar el universo. En otras palabras, el factor de longevidad siempre alcanza un nivel máximo en donde la civilización se colapsa.

Aunque estas ideas son especulativas, es claro que la supervivencia de nuestra especie va a depender de nuestras propias decisiones, sin el ejemplo o ayuda de civilizaciones extra-terrestres avanzadas. Lo preocupante no es la incapacidad de los humanos para desarrollar nuevas tecnologías que permitan superar los problemas globales, sino nuestra incapacidad de unirnos para confrontar estos retos. Actualmente, la humanidad está en proceso de fragmentarse en función a factores como nación, religión, raza e ideología. La polarización de la sociedad dentro de las mismas democracias, aun las más

estables y maduras, también se ha intensificado; muchos incluso proponen barreras de separación –reales y virtuales– como la única solución para mantener la armonía. Peor aún, conforme aumenta la peligrosidad y la complejidad del mundo también aumentan las brechas ideológicas: mientras que algunos sueñan con explorar otros planetas y galaxias, muchos otros creen en las profecías apocalípticas de sus libros sagrados, las cuales por su propia naturaleza contribuyen a cumplirse.

Entonces, es cada vez más claro que lo que la humanidad necesita urgentemente no es más tecnología, sino algo mucho más difícil de lograr: sabiduría. Como dijo el gran físico y pensador Albert Einstein, cada vez sabemos más y entendemos menos. Como uno de los responsables de la fabricación de la bomba atómica, en los últimos años de su vida Einstein estaba preocupado por la poca capacidad de los humanos de adaptar su manera de pensar a un mundo en donde ellos mismos pueden auto-aniquilarse (ver cita al principio). Aunque la guerra fría terminó hace varias décadas, el arsenal nuclear mundial sigue aumentando e incluso está al alcance de grupos terroristas. Sin embargo, como aquí argumentamos, lo que más debe preocuparnos a todos nosotros es la actual crisis por la que pasan las democracias.

¿Por qué somos así los humanos? ¿Qué aspectos de la mente nos llevan a tomar decisiones que ponen en peligro nuestra propia existencia? Según Kurt Lewin, un refugiado del nazismo y uno de los grandes pioneros de la psicología, para realmente entender algo debemos tratar de cambiarlo. En otras palabras, para entender por qué pensamos como pensamos y hacemos lo que hacemos, debemos tratar de cambiar nuestra manera de pensar y de actuar. Este principio nos va a servir de guía en el enfoque del libro; esto es, va a ser nuestro “principio director”: Para cambiar el mundo debemos primero, como nos conmina Einstein, cambiar nuestra manera de pensar, lo que a su vez nos obliga a entender cómo operan nuestras mentes. Por “mente” nos referimos aquí principalmente a la manera como entendemos el mundo y también nuestra consciencia de que existimos como personas. Cambiar nuestra manera de pensar significa entonces cambiar la manera como entendemos el mundo y a nosotros mismos; esto es, significa cambiar nuestra visión del mundo, o cosmovisión (ver glosario).

Como veremos, adoptar una nueva cosmovisión implica no solamente expandir nuestros horizontes y repensar el origen de la humanidad y su relación con el universo, dados los conocimientos de la ciencia moderna, sino también repensar nuestro sistema ético y de valores. De hecho, nuestro sentido de moralidad forma el núcleo de nuestras creencias y de nuestra identidad; entender la moralidad es, por lo tanto, entender cómo piensa y actúa la gente, nosotros incluidos. La investigación confirma que la moralidad en...