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El privilegio catalán - 300 años de negocio de la burguesía catalana

El privilegio catalán - 300 años de negocio de la burguesía catalana

of: Jesús Laínz

Ediciones Encuentro, 2017

ISBN: 9788490558447 , 152 Pages

Format: ePUB

Copy protection: DRM

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Price: 9,99 EUR



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El privilegio catalán - 300 años de negocio de la burguesía catalana


 

PRÓLOGO DE JOSEP RAMÓN BOSCH


Espanya ens estima


En el verano de 2014 presidía la asociación Societat Civil Catalana, organización transversal que trabaja por la unidad de España en Cataluña, cuando mi buen amigo Jesús Laínz me invitó a Cantabria para explicar mi punto de vista sobre el «Proceso catalán». A partir de aquel momento surgió una profunda amistad entre nosotros, y, por mi parte, una indisimulada admiración hacia este cántabro que emprendió hace ya muchos años su particular cruzada para desmontar los mitos y las falsedades de los nacionalismos separatistas que amenazan con destruir España.

Prologar el libro de Jesús es un honor, y recomiendo al lector disfrutar de cada una de las páginas que siguen a esta breve introducción. Les aseguro que será una dosis de información, de clarificación y desmitificación sobre las múltiples patrañas que se han tejido en torno al proceso. Durante los últimos años, en Cataluña se ha popularizado el «Espanya ens roba» cocinado en las cloacas de la Generalitat. Sin embargo, los saldos de las balanzas fiscales de Cataluña, incluso los calculados por la Generalitat, son plenamente coherentes con las diferencias de renta per cápita existentes entre Cataluña y el resto de España, y son similares a los registrados por las regiones ricas de otros países.

Como explica Jesús Laínz, el siglo XIX fue la época dorada de la economía catalana. Tras la guerra napoleónica, los catalanes expandieron sus actividades a través de los nuevos cambios tecnológicos emanados de la revolución industrial, y que aplicados con diligencia a los nuevos procesos industriales, permitieron un rápido crecimiento económico. La agricultura se renovó, se expandió el olivo, la patata, los frutos secos y la vid; la mejora económica fue debida a las desamortizaciones que emprendieron los sucesivos gobiernos españoles y que permitieron la capitalización y las consiguientes inversiones de una burguesía exitosa. La industrialización empezó con el tratado de Amiens (1802), que puso fin al bloqueo británico en las colonias americanas y permitió el éxito de la industria textil catalana. El gobierno de Cabarrús fomentó la importación de hiladoras y telares mecánicos, y a partir de 1827 la estabilidad de precios ayudó a los industriales catalanes en su expansión, potenciada por el arancel proteccionista y la entrada de capital de las posesiones hispanas de América.

José Bonaplata, con su fábrica El Vapor, representa el renacimiento industrial catalán a partir de 1832 junto al banquero barcelonés afincado en Madrid, Gaspar Remisa, iniciando el despertar de la industria textil algodonera y lanera (El Vapor Viejo, Fabra Coats, España Industrial y las colonias textiles del Llobregat, Sabadell y Terrassa), la expansión de la banca y las cajas, la creación de la industria química moderna, la inicial industria eléctrica (Xifrà y Dalmau, artífice de la Sociedad Española de Electricidad), la expansión de la industria metalúrgica estrechamente ligada a la minera, la industria tapera que Vicens Vives tildó como «el imperialismo corchero catalán», la Bolsa de Barcelona recibía la colocación de acciones de toda España, el ferrocarril y los sistemas de transporte se extendían por todo el territorio, el puerto de Barcelona estrenó el sistema de navegación a vapor, etc. Todo ello gracias al empuje catalán y al compromiso hispánico de sus gentes, sin grandes concentraciones de capital ni inversiones extranjeras.

Cataluña sólo tenía un mercado para vender sus producciones: el resto de España y las menguadas colonias que iban quedando del viejo imperio español. Mientras el resto del país permanecía sin industrialización y sufría un atraso económico evidente (excepto Vizcaya y Asturias), Cataluña crecía y se enriquecía a través de las políticas proteccionistas de los gobiernos españoles. El triunfo de Cataluña era la conquista económica de España. Ninguna región tan pequeña y sin recursos naturales supo sacar tanto provecho del comercio interior. Contradictoriamente, el librecambismo hispánico también estuvo encabezado por un catalán, Laureano Figuerola, introductor de la peseta, y junto a otros catalanes como Bosch y Labrús y al empuje del Fomento del Trabajo Nacional, se conseguiría el liderazgo catalán de la economía española. Los catalanes mandaban en Madrid, el llamado «grupo catalán» constituido por Girona, Güell, Arnús, Ferrer-Vidal, Serra, Estruch, Muntadas, Juncadella, Jover, disponían de un poder casi ilimitado, y sostenían los gobiernos de España, abrían bancos, imponían su voluntad a la Bolsa y hacían y deshacían los partidos políticos. Así fue durante dos centurias y Cataluña ha sido próspera, rica y plena gracias a España. Los catalanes teníamos el poder de una notable presencia y estima, pero no teníamos protagonismo. Ahora en pleno siglo XXI los catalanes tenemos el protagonismo mediático, pero perdimos el poder, la presencia y la estima del resto de España.

Cataluña vive un déficit de calidad democrática, con actuaciones desleales de la Generalitat y de muchas de las entidades locales que vulneran la legalidad; con actuaciones que dañan la seguridad jurídica y limitan los derechos de las personas; con la aprobación de resoluciones declarando a los municipios a favor de los postulados separatistas; con la burda manipulación de la educación de los catalanes incitando al odio hacia el resto de españoles. Cataluña sufre la instrumentalización de las políticas de comunicación al servicio de la denominada construcción nacional de los Países Catalanes, la falta de neutralidad de las instituciones dominadas por el radicalismo y la demonización de los discrepantes provocando una suerte de muerte civil del opositor al régimen corrupto nacido del pujolismo. La burguesía catalana cómplice del nacionalismo está asustada ante la lógica frustración que se expande entre muchos catalanes que creyeron que el proceso separatista sería un divertimento. El oasis catalán es una enorme charca emponzoñada de corrupción y liderada por unos radicales que nos llevan al enfrentamiento civil.

Convergència Democràtica de Catalunya se constituyó en un movimiento nacional y eje vertebrador del panorama político catalán, mediante la técnica de «fer país» superando el discurso izquierda-derecha y centrando su ideario en propagar e imponer la ideología nacionalista y en construir una Arcadia feliz. Fundado en Montserrat en 1974, se disolvió hace unos meses para transformarse en el Partit Demòcrata Catalá con el objetivo de borrar la memoria de la persona que lo fundó y ejercer la centralidad en el mainstream catalán. El legado ideológico de Pujol seguirá siendo dominante en los próximos años ya que generaciones enteras de catalanes han sido sometidas a la eugenesia educativa de nacionalización mental y lingüística mediante un proceso de desconexión del resto de España. Se ha propagado la falsificación histórica, invirtiendo recursos y años en la creación mitológica, y se trabaja para eliminar la lengua común. Un proceso destructivo de España que está siendo letal para la convivencia civil, que provoca la huida de cientos de empresas y que está condicionando de forma grave y preocupante la recuperación política, económica y social.

Pujol trazó una exitosa hoja de ruta para conseguir introducir el nacionalismo en todos los ámbitos, y ese meticuloso plan fue revelado en las páginas de El Periódico el 28 de octubre de 1990, cuando se publicó el llamado Programa 2000, una compleja estrategia diseñada para introducir el nacionalismo en todos los ámbitos, el nation building o reprogramación nacionalista de la que ahora sufrimos sus letales consecuencias en su capítulo final.

Marketing y propaganda, dirigido en primer lugar a potenciar la autoestima autóctona y la divulgación de la «configuración de la personalidad catalana» (más cultos, más modernos, más cívicos, más solidarios, más europeos que el resto de los españoles); un segundo paso de enorme manipulación histórica (Cataluña milenaria o imaginarias guerras contra España); el fomento de fiestas populares impostadas, tradiciones, costumbres y un trasfondo mítico que se expande hasta el último rincón de Cataluña. Un tercer aspecto que quiere potenciar el pilar fundamental del discurso secesionista a través del nuevo concepto de nación dentro del marco europeo: Cataluña (Països Catalans) como nación europea emergente reafirmando el sentimiento europeísta a través de la conexión carolingia y desvinculándola de la Hispania Goda. El descubrimiento del potencial de futuro, es decir los Països Catalans, como centro de gravedad preferente sobre el arco mediterráneo noroccidental y el espacio occitano-catalán, complementado con la propaganda del factor demográfico «sólo avanzan los pueblos que son jóvenes» (bajo la campaña «Som sis milions» o la novedosa de los «Nous catalans»); y aderezado con una larga lista de agravios (Espanya ens roba), propagando hasta la saciedad que Cataluña es una nación discriminada que no puede desarrollar libremente su potencial cultural y económico. La lengua catalana usada como elemento mollar e ideológico, propagando una sociedad civil viva, cohesionada, con conciencia de pertenencia, generadora de riqueza material y espiritual. Todo ello embelesado en el marco final del proceso de autodeterminación sustituido por el eufemismo del llamado Dret a decidir, la...