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El camino cruel - Un viaje por Turquía, Persia y Afganistán con Annemarie Schwarzenbach

of: Ella Maillart

La Línea Del Horizonte Ediciones, 2015

ISBN: 9788415958321 , 336 Pages

Format: ePUB

Copy protection: DRM

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Price: 7,49 EUR



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El camino cruel - Un viaje por Turquía, Persia y Afganistán con Annemarie Schwarzenbach


 

EL LIBRO MÁS FELIZ


Nicolás Bouvier siempre creyó que El camino cruel era el libro más feliz de Ella Maillart. Él sabía de qué hablaba, era uno de los mejores escritores de literatura de viajes del siglo XX y, en 1991, había publicado Ella Maillart ou la vie immédiate, una obra que incluía fotos de la aventurera y textos del escritor, hasta la fecha uno de los retratos más completos que existen de Maillart. El camino cruel es un libro intenso, reproduce el ritmo sincopado del viaje y presenta aconteceres bellos y felices. Y estos últimos no habrían tenido lugar, si no fuera porque fue un trayecto compartido, dos experiencias que duplicaron el movimiento del alma que sufre el viajero que sale voluntariamente de su contexto. La gran viajera Ella Maillart partió con la gran viajera Annemarie Schwarzenbach.

En junio de 1939 dos mujeres valientes y de una originalidad inaudita emprendían un viaje en un Ford Roadster Deluxe de dieciocho caballos cargado de material fotográfico por los Balcanes, Turquía, Irán y Afganistán. Mientras, en Europa, estallaba la Segunda Guerra Mundial. Una y otra habían sido comisionadas por medios de prensa europeos para escribir crónicas y artículos durante el itinerario. Schwarzenbach para el Neue Zürcher Zeitung y Maillart para Le Petit Parisien. Ambas publicarían más tarde dos libros fruto de sus experiencias: Schwarzenbach, Alle Wege sind offen. Reise nach Afghanistan (1939) y Maillart, quien eligió el inglés para escribir, The Cruel Way (1947), cinco años después de la muerte de su compañera.

Dentro del amplísimo panorama de la literatura de viajes, no existe ningún otro texto en el que la relación que mantienen dos viajeros, además viajeras, sea tan relevante a la hora de condicionar la percepción y la escritura del itinerario. De hecho, creo que no hay ningún otro viaje descrito en primera persona del plural en el que los viajeros sean protagonistas o coprotagonistas del mismo. Así, si la descripción es el eje central de la literatura de viajes y la acción lo es de la novela, en El camino cruel, el diálogo de Schwarzenbach y Maillart, más propio del género de ficción, adquiere tal importancia que se convierte en uno de los nudos principales. Los destinos, los paisajes, los habitantes, las reflexiones del viaje y Oriente como absoluto, conviven al mismo nivel que el diálogo entre las dos aventureras.

A Schwarzenbach le gustaba viajar sola y Maillart, en cambio, ya había compartido otras travesías en velero con su amiga Miette. A pesar del deseo de compartir un viaje con Schwarzenbach duda del resultado, más exactamente, de «cuánto nos soportaremos».

Las dos tienen un mismo propósito: huir de Europa ante la guerra inminente. Schwarzenbach viaja, según su compañera, «con el propósito, a cada nueva partida, de olvidar su última crisis emocional» y Maillart «buscando siempre en la lejanía el secreto de una vida armoniosa». Sus objetivos profesionales son diferentes. Maillart es periodista y Schwarzenbach, escritora. Dos actitudes que condicionan definitivamente el estilo de cada uno de sus libros de viaje, como bien reconoce Maillart cuando se refiere a su amiga: «Si es usted escritora innata, llegará el momento en que su inspiración, intensísima, hará que se sienta como arrastrada por su trabajo (…). Para mí, usted es una poetisa y no una periodista. Dentro de sí misma es donde debe mirar, y no la guerra»; o comenta sobre sí misma: «Ella no comprendía por qué mi empeño en ser etnógrafa».

Maillart concibe El camino cruel como un libro de viajes, pero también como un viaje vital: un itinerario hacia Schwarzenbach. Una forma posible de rememorarla y reconstruirla mediante la redacción de un viaje compartido. Escribir el viaje permite revivir la experiencia del itinerario y así recuperar la figura de su amiga íntima y escritora. Maillart construye un personaje a medida del recuerdo que quiere fijar para siempre de Schwarzenbach. La literatura de viajes lo permite. Es prácticamente el único género en el que el sujeto que lo protagoniza, en este caso doble, puede construirse fictivamente sin necesidad de justificarse. Maillart siente una gran admiración hacia la escritora. Bajo esta fascinación, crea un personaje cargado de emotividad, casi sublimado, que vive de y para el sufrimiento y, a sí misma, se dibuja como una suerte de redentora.

Schwarzenbach acaba de salir de una clínica de desintoxicación debido a su adicción a la morfina. La posibilidad de viaje que le ofrece Maillart es una manera de orientar la vida hacia algún objeto. Maillart es más normal, quiere ayudarla, salvarla y se hace responsable de su situación. Su admiración por la obra literaria de su compañera es muy grande, «una suerte partir con una amiga así». También la forma en que se enfrenta a la vida, siempre al límite emocional, «buscando el sufrimiento» y «rebosante de amor a la vida». El viaje le permite conocerla mejor y sobre todo intentar reparar su adicción a la morfina, algo prácticamente imposible: «Yo había elegido aquella manera de ser, imaginándome que sería más efectiva que la ternura de los amigos que me precedieron».

Al llegar al destino principal del viaje, Kabul, Maillart cree que ha conseguido salvarla de su adicción. Schwarzenbach también lo piensa: «Este viaje me ha liberado de la droga» y, el médico que la trata de un catarro asegura asimismo que «no es toxicómana». Sin embargo, la escritora pide a su amiga que le deje marchar a Künduz, pues allí podrá adquirirla fácilmente. Maillart la deja partir y no vuelve a verla hasta muy brevemente dos meses más tarde en India. A los dos años, Schwarzenbach pierde la vida al caerse de una bicicleta y golpearse la cabeza. Para Maillart, la redacción de El camino cruel es una posibilidad de reparar la muerte de su compañera y crear una imagen que ha prevalecido hasta hoy.

Maillart llama a Schwarzenbach en el libro, Cristina, a petición de la madre de ésta, quien se encargó de una forma casi obsesiva de que no se hicieran públicas las relaciones de la escritora con mujeres. Pocas imágenes tan castradoras como la de su madre y abuela quemando sus manuscritos inmediatamente después de su muerte para que no quedara ninguna huella de sus relaciones homosexuales. Por otra parte, Maillart decide tratarla de usted desde el comienzo. Varias veces se refiere a ella en masculino e incluso alguien la confunde en el viaje con «su hijo». A Schwarzenbach, escribe Maillart, «hay que tratarla como un hombre» y, de los hombres, «hay que prescindir». La escritora es un ser extraordinario, intelectual, que no parece tener sexo:

Más para esos seres, excepcionales y raros, que se identifican con su facultad de pensar, que saben que sólo el pensamiento existe, puesto que sin él no habría ni cuerpo ni mundo objetivo, el problema tiene menos importancia. El ser mental no tiene sexo o, por decirlo mejor, abarca los dos sexos, alternativa o simultáneamente (…). Para esas personas extraordinarias no es grave el contrariar las leyes de la naturaleza, ya que puede decirse que las han superado (…). Involuntariamente y sin saberlo, la gente intenta montar a la vez dos caballos igualmente salvajes: el semental naturaleza y el hermafrodita intelecto. Y padecen, al ser descuartizados. Tal vez era esto lo que le ocurría a Cristina.

El viaje permite a Maillart interrogarse sobre su amiga, y sobre sí misma; por lo tanto, avanzar en la condición de lo femenino. Desde esta circunstancia, observa, habla y describe a las mujeres de Asia Central, pues tiene acceso al espacio íntimo y privado femenino, sobre el cual, como escribió Lady Montagu dos siglos antes, ningún hombre viajero «puede hablar» pues «no sabe, ni ha visto». A pesar de ello, tanto la una como la otra ocupan una posición de diferencia y superioridad frente a las mujeres de Oriente y se definen a partir de lo que éstas no son, ya que ni pueden desplazarse en coche, ni ir sin velo.

Las diferencias estilísticas entre El camino cruel y Todos los caminos están abiertos, los relatos de ambas sobre el mismo viaje, son varias. Schwarzenbach hace de la escritura uno de los motivos principales del itinerario, mientras Maillart vierte en la redacción su visión etnográfica. Así el libro de esta última se llena de enumeraciones, casi siempre sustantivas, y términos en plural, pues no importa la singularidad de los hechos y objetos sino las consecuencias que se pueden extraer del encuentro con ellos. Las emociones, las reflexiones y las retóricas subjetivas las utiliza casi exclusivamente para hablar de su relación con Schwarzenbach. Los destinos son descritos de forma objetiva a partir de fuentes históricas y literarias antiguas y medievales, que no coinciden con ninguna de las obras citadas por Schwarzenbach en sus libros de viaje.

Del mismo modo ocurre con los paisajes, a pesar de que Maillart se refiere a ellos a veces como «los momentos más bellos de nuestro viaje», su redacción es más rápida y fría que, por ejemplo, la manera en que describe los caminos y carreteras. Posiblemente, por primera vez en un libro, Maillart hace del coche un personaje. No es de extrañar: ha viajado en velero y conoce la importancia que tiene el medio de transporte y su cuidado en el desplazamiento. Al igual que el patrón que sabe que llegar al destino depende de su barco, Maillart describe al coche como si de un navío se tratara. La carretera deviene en mar...