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Franco, el ascenso al poder de un dictador

of: Andrés Rueda Román

Nowtilus - Tombooktu, 2013

ISBN: 9788499674735 , 384 Pages

Format: ePUB

Copy protection: DRM

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Price: 9,99 EUR



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Franco, el ascenso al poder de un dictador


 

1.
¿Cómo era el general Franco?


Vamos a entrar, al menos eso pretendemos, en la intimidad de un hombre, que durante cuarenta años sólo aspiró a lo más alto de la pirámide del poder y durante los cuarenta años siguientes se propuso no descender de la cúspide.

La personalidad de Francisco Franco es contradictoria. Un gran conocedor de la personalidad humana, Gregorio Marañón, escribe en su Ensayo biológico sobre Enrique IV de Castilla y su tiempo:

La verdad biológica es, en efecto, mucho más difícil de ser deformada que la verdad histórica, y nos es relativamente sencillo el lograr un auténtico hallazgo en el fondo de los espejismos desconcertantes de las leyendas más apasionadas. Las leyendas que se edifican sobre la vida humana de los hombres, y no sobre su vida histórica, tienen siempre una raíz real, que esa leyenda deforma, pero a la vez fija y esquematiza; de suerte que casi siempre es más ayuda que estorbo para la reconstrucción de la exacta silueta de los personajes pretéritos.

Si estudiamos detenidamente la personalidad de Francisco, analizando sus motivaciones, complejos y conflictos familiares, junto con otras frustraciones, lograremos comprender muchas actitudes del dictador, que resultan incomprensibles y hasta absurdas por considerarlas al margen de los problemas psicológicos permanentes del general.

En este trabajo interesan menos los datos históricos, que se pueden conocer a través de cualquier biografía del general, pero mucho más las motivaciones que han dado lugar a los hechos históricos. Durante bastantes años, la pasión más subjetiva ha movido las plumas de los historiadores, ya que guste o no, Francisco Franco ha sido y es un tema fundamental de nuestro tiempo.

Para estudiar objetivamente la historia contemporánea hay que recurrir con mucha frecuencia a la prensa. Las hemerotecas se han convertido en las bibliotecas y archivos del futuro. El periódico es un testigo diario del acontecer de la historia. Los discursos, las declaraciones, los sucesos e incluso las fotografías son documentos primarios de la historia contemporánea.

Muerto el dictador, un periodista, Antonio Álvarez Solís preguntó: «¿Por qué quería Franco mantenerse en el poder? Y responder a una interrogación de este carácter, no le demos vueltas, no es cuestión de historiadores, ni de sociólogos, ni de economistas. Y ya diremos ahora por qué responder a esta interrogación es una cuestión que entra en los dominios amplios de la medicina y en los más estrictos de la psicología o psiquiatría».

Muchos años antes de escrito lo anterior, el gran médico español ya nombrado y buen conocedor de los hombres, escribió:

Porque nadie ignora con cuánta frecuencia la gran tramoya de los hechos públicos ha sido conducida por individuos, o francamente enfermos o de esos otros que, como los funámbulos en su cuerda, atraviesan la vida balanceándose entre la normalidad y la patología. Y acaso no sería desmedido decir que a esta categoría pertenecen, casi sin excepción, los grandes hombres que han hecho cambiar el rumbo de la historia.

El periódico ABC de Sevilla publicó un número extraordinario con motivo del primer aniversario del Alzamiento, el 18 de julio de 1937, y se preguntaba: «¿Pero cómo es el general Franco por dentro? Esto es más interesante». Muchos españoles se han preguntado continuamente cómo era el dictador, porque sabían que no era, en realidad, como lo presentaba la propaganda franquista.

Todo hombre presenta en su personalidad factores contradictorios con su estructura psíquica. Los factores de la personalidad de Francisco Franco provocaban su distanciamiento y su incomprensión. Por ello, algún periodista puso en circulación la palabra «francología», como una expresión de la posibilidad de interpretación del arcano de Franco. Sobre la biografía del general pesaba intensamente un conjunto de factores, que analizados detenidamente se descomponen en las motivaciones siguientes:

  • El complejo de Edipo
  • El rechazo del padre
  • El Desastre del 98
  • La carrera militar
  • Los años de Marruecos
  • La República
  • La Guerra Civil
  • La victoria
  • La paranoia

A los hombres les resulta mucho más fácil escribir las páginas de la historia que borrarla o tacharla. Los romanos dijeron aquello de scripta manet, ‘lo escrito permanece’. El historiador Suetonio escribió sobre Vitelio, en Los doce césares: «El Senado decretó los funerales públicos, haciéndole levantar frente a los Rostros1 una estatua con esta inscripción: «A la fidelidad inquebrantable…”». Por su parte, el historiador Tácito escribe también en los Anales: «Fue ultrajado a su muerte con la misma bajeza con que había sido adorado en vida».

Existe una gran discrepancia entre el Francisco Franco que conoce el pueblo español a través de la propaganda de NODO y Televisión Española, y el Franco hombre, lleno de problemas íntimos y personales. El psicólogo Alfred Adler escribe en su obra El sentido de la vida: «Es imposible formar un recto juicio sobre un individuo si se ignora la naturaleza de sus problemas vitales y la tarea que estos le plantean. Sólo partiendo de la manera como el individuo se enfrente con ellas, de cómo se conduce mientras tanto, comprenderemos claramente su verdadero ser».

Francisco Franco, el último general enganchado en la camarilla de la conspiración, tuvo suficiente calma para saber esperar el momento oportuno y lanzar su golpe de audacia. De mero colaborador, dirigido por otros, pasó a ser primera figura, manteniendo su protagonismo durante cuarenta años.

Al principio, lo usaron los monárquicos con objeto de aprovecharse de su fama al ser el único general que podría aspirar a denominarse monárquico, de los que contaban con ejércitos tras sus espaldas. Mucho más monárquico que el dictador era Orgaz, pero con más años, menos capacidad y sin suficiente arraigo entre los mandos medios del ejército. Francisco era respetado entre los oficiales africanistas que, en resumidas cuentas, eran los que contaban y pisaban fuerte a la hora de la verdad.

La Traca, la revista humorística de la República, distribuye un número extraordinario sobre la salida de Alfonso XIII de España donde le trata de la forma más despiadada y cruel. Franco usó a Alfonso XIII para promocionarse dentro de la carrera militar. Tras la batalla del Biutz, en África (cuando le dieron el tiro en los testículos), le fue concedida la Cruz de María Cristina, que Franco tuvo el arrojo de rechazar escribiendo una carta personal al rey en la que renuncia a la medalla a favor de un ascenso militar (quiere ser comandante), consiguiendo así que el rey le conceda el ascenso. Esta ansia de poder le llevaría a ser el general más joven de Europa.

Los monárquicos alfonsinos –los hombres de Acción Española– analizaron bien todas las posibilidades que presentaba Franco para la candidatura del «mando único». Por eso, Kindelán –aconsejado por Alfonso XIII– apoyó a Franco, el joven general africanista, «niño bonito» del rey. Pero el destino reserva múltiples sorpresas a los hombres y obstaculiza sus mejores propósitos. Es presumible suponer que la personalidad de Franco, tantos años frustrada y considerándose un perseguido –de ahí su paranoia–, cuando llegó a conocer y tratar directamente a los viejos políticos monárquicos y advirtió la baja calidad humana que ofrecían (eternos detentadores del privilegio continuo, favorecedores de injusticias sociales, de irritantes explotaciones humanas, hipócritas defensores de la religión, de Dios y de España), «debió sentir asco y rechazo de sus viejas artimañas antipatrióticas, que anteponían sus beneficios capitalistas al ideal de una España nueva –según escribió un falangista sobre aquellos primeros años de la guerra– mientras las juventudes morían en los campos de España, defendiendo un falso ideal». Aquel ideal consistía en salvar las propiedades y los capitales de la oligarquía monárquica, que no supo aprender la lección del 14 de abril de 1931.

DESCONFÍA DE TODOS


Instalado Franco en el poder comprendió que aquellos hombres de derechas que le rodeaban, le adulaban y hasta le temían, carecían de dignidad. Por otra parte, intentaban jugar con él hasta que les salvara sus propiedades y privilegios. La psicología de Franco actuó de acuerdo con su personalidad de hombre desconfiado y una vez que le tomó gusto al poder, ya no hubo fuerza humana de desmontarlo. A los trepadores de la pirámide es imposible derribarlos.

Cuando llega la paz, los monárquicos y algunos generales hablaron de restaurar la Monarquía; aquello sonó en los oídos del futuro dictador como una idea subversiva que pretendía arrojarle del poder. Era lo que esperaba el paranoico: verse perseguido por los propios monárquicos que, al fin, habían encontrado en él a su padre, un benefactor que les devolvió sus bienes perdidos. Franco se vio sin amigos, sin personas en quien confiar. A pesar de haber halagado a los generales, Franco se encontró solo: la soledad del paranoico que no confía en nadie y que no tiene amigos. Fue entonces cuando se reveló como un solitario −el solitario de El Pardo– rodeado de encinas, tapices y lámparas de cristal, pero que carecía de biblioteca2.

A pesar de su terca y secreta ambición de poder –de mando–, se mantenía...