Search and Find

Book Title

Author/Publisher

Table of Contents

Show eBooks for my device only:

 

Breve Historia de las ciudades del Mundo Antiguo

of: Angel Luis Vera Aranda

Nowtilus - Tombooktu, 2010

ISBN: 9788497637725 , 256 Pages

Format: ePUB

Copy protection: DRM

Windows PC,Mac OSX geeignet für alle DRM-fähigen eReader Apple iPad, Android Tablet PC's Apple iPod touch, iPhone und Android Smartphones

Price: 7,99 EUR



More of the content

Breve Historia de las ciudades del Mundo Antiguo


 

Introducción


El urbanismo en el
mundo antiguo


Hace unos diez mil años, en un lugar del Mediterráneo oriental al que conocemos como Palestina, un grupo de hombres y mujeres decidieron construir sus viviendas con el objetivo de agruparse y vivir en comunidad. De esta forma, se beneficiaban mutuamente. Comenzaba así uno de los procesos económicos, sociales, culturales y políticos más importantes que la Historia ha conocido: el urbanismo.

Aquellos primeros poblados fueron creciendo poco a poco. La agricultura y la ganadería, que se habían iniciado algún tiempo antes, fomentaban ese proceso. La vida en conjunto resultaba más fácil si todos los habitantes de un lugar colaboraban en el mantenimiento de estas tareas y de otras nuevas que surgían a raíz de esa agrupación. Entre otras ventajas, todos podían cooperar en mayor o menor medida en caso de que un enemigo atacara. La concentración de personas permitió, además, que unos cuantos pudieran especializarse en oficios distintos a los de pastor o agricultor, y es que la tierra daba suficientes beneficios como para que algunos pudieran dedicarse a otras actividades. Surgían así los ceramistas, que elaboraban recipientes; los alarifes, que edificaban casas; los sacerdotes, que ponían en contacto a los seres humanos con las divinidades; los carpinteros, que fabricaban útiles para el trabajo de los demás; los soldados, que defendían de manera profesional de sus enemigos a quienes producían alimentos; y muchas otras profesiones nuevas. Se iniciaba de esta forma un proceso que, salvo en contadas ocasiones, evolucionaría con el paso del tiempo. Las aldeas acabaron por convertirse en pueblos al crecer su población, y estos pasaron a denominarse ciudades cuando esa población alcanzó un ni vel de desarrollo y de diversificación social y económica más avanzada. Entre estas últimas, hubo algunas que destacaron sobremanera. Será a ellas a las que dediquemos especialmente nuestra atención en este libro.

Las ciudades aparecieron, en primer lugar, en zonas caracterizadas por una acusada aridez, pero que, sin embargo, eran surcadas por ríos caudalosos que podían abastecer a un gran volumen de población ubicada junto a ellos. El agua de los ríos abastecía de líquido para satisfacer las necesidades diarias, pero sobre todo, su uso adecuado permitía regar los cultivos que nunca hubieran podido germinar con el único aporte de las lluvias. No solo era el agua que por ellos corría, también los limos fértiles, que dejaban al descender el nivel de las mismas cuando las crecidas disminuían, aportaban una mayor fertilidad a la tierra, y hacían que las cosechas fueran mucho mayores que en otras zonas donde esos ríos no discurrían.

En realidad, no eran los ríos quienes pasaban por las ciudades, era más bien todo lo contrario. Los seres humanos se dieron cuenta pronto de la importancia de este hecho y se acercaron a los cauces de los ríos aunque, de vez en cuando, estos se volvían ingobernables, crecían excesivamente y arrastraban a todo cuanto se encontraban a su paso. Aun así, los asentamientos urbanos buscaron siempre (y continúan haciendo lo mismo) su proximidad. Junto a ellos, no faltaban los alimentos, siempre y cuando los hombres y mujeres cooperaran en domesticar las aguas mediante canales, acequias, terraplenes y todo tipo de obras hidráulicas. Tampoco las personas se morían de sed, ni incluso en las épocas de mayor sequía, y por si estas ventajas fueran pocas, los grandes ríos favorecían el comercio entre las ciudades que se encontraban a lo largo de su curso. De esta forma, fomentaron también el arte de la navegación, que permitió un mayor contacto entre las personas y entre culturas de zonas bastante alejadas, consolidándose de esta forma como vías naturales de comunicación.

Este fenómeno se dio de forma originaria, y especialmente, en determinados puntos del planeta que reunían las condiciones anteriormente descritas: el valle del Nilo en Egipto, las cuencas delTigris y el Éufrates en Mesopotamia, y el Indo en los confines occidentales de la India. Poco a poco, el fenómeno se fue extendiendo, sobre todo hacia el extremo oriental del gran continente euroasiático. Primero por el río Ganges, también en la India, luego por las cuencas del Yang Tse Kiang (o Yangtze) y el Ho Ang Ho (o Huang He) en China. Paralelamente a este proceso, el urbanismo saltaba también desde Mesopotamia y la costa sirio-palestina y se expandía por la península de Anatolia en dirección hacia Europa.

La puerta de Ishtar es uno de los monumentos más importantes de la antigua ciudad de Babilonia. Esta reconstrucción se encuentra en el Museo de Pérgamo, en Berlín.

Oriente Próximo, India y China fueron pues las grandes zonas del mundo donde surgieron las primeras civilizaciones urbanas, y en ellas, du rante muchos milenios, fue donde se concentró el mayor número de ciudades, así como los conjuntos urbanos de mayor población. Este fenómeno de concentración del hecho urbano se mantuvo casi inalterable hasta hace unos dos o tres siglos, cuan do a raíz de la Revolución Industrial dos continentes (Europa y América) hasta entonces con relativa poca importancia en cuanto a la concentración urbana en grandes núcleos, empezaron a destacar. Las ciudades crecieron espectacularmente en estas dos áreas desde esos siglos XVIII y XIX, y el fenómeno ha continuado hasta nuestros días, aunque muy recientemente tanto Europa como Amé rica están perdiendo de nuevo esta preponderancia que han tenido hasta hace poco tiempo.

Sin embargo, desde nuestra perspectiva occidental, tanto China como India son civilizaciones que se hallan muy alejadas de nuestro núcleo territorial, y además poseen civilizaciones de las cua les la nuestra apenas sí ha recibido herencias, al menos directamente. En tiempos antiguos, cuando las comunicaciones eran muy inferiores a las que actualmente gozamos, China e India casi eran desconocidas para los europeos. No solo era su le janía, sino que grandes extensiones de mar, gigantescas montañas e inacabables desiertos se interponían en las relaciones entre los seres humanos, aunque éstas existieron y, en algunas etapas, llegaron incluso a ser relativamente intensas. A esto hay que unir el hecho de que ambos territorios han experimentado una profunda decadencia en los últimos doscientos años, justo cuando la civilización euroamericana más se desarrollaba. En cualquier caso, ese absurdo eurocentrismo no debe hacernos olvidar nunca que ha sido allí, en el lejano extremo oriental del continente, donde el urbanismo, la cultura y la ciencia han alcanzado su punto más culminante a lo largo de la mayor parte de la Historia, con escasas excepciones, aunque este hecho sea poco conocido para los occidentales en general. Por ese motivo, en esta obra intentaremos dar unas breves pinceladas sobre la importancia del urbanismo en aquellos lugares. Si bien es cierto que, a causa de pertenecer al mundo occidental y debido a la herencia cultural que arras tramos, dedicaremos la mayor parte de nuestra atención al desarrollo urbano que, partiendo de Orien te Próximo, se fue ampliando paulatinamen te por el mundo mediterráneo hasta acabar englobando en su totalidad al mundo europeo y después al americano.

Desde Mesopotamia, desde Egipto y desde la costa sirio-fenicio-palestina, el urbanismo se ex tendió hacia la península de Anatolia, de ahí siguió avanzando primero por la Grecia insular (la isla de Creta y la cultura minoica) y luego por la Grecia continental (la cultura micénica y, posteriormente, la civilización helénica clásica). Fueron los propios griegos, junto con los fenicios, quienes se encargaron de expandirlo hacia occidente mediante las colonizaciones. De esta forma, los fenicios fundaban la ciudad de Cartago en el norte de África, y pocos años después tenía lugar el surgimiento de una de las grandes urbes del mundo antiguo y de toda la Historia: Roma. Griegos y romanos dieron el impulso decisivo al fenómeno urbano en la Antigüedad, no solo porque ocuparon todo el territorio bajo su control basándose en una densa red de ciudades, sino porque, además, modificaron sustancialmente la estructura interna de las mismas aportando un diseño mucho más racional a su plano. Esto sucedió en especial gra cias a los urbanistas clásicos de Grecia en su ma yor apogeo. Así, en el siglo V a.C., Hipódamos de Mileto diseñaba en esa ciudad el plano que lleva su nombre y que tanto ha contribuido a la planificación urbana de muchas ciudades que surgieron después de él. Durante unos mil años, la civilización grecolatina se basó en un complejo mundo de ciudades, pero en el siglo V d.C., esta situación empezó a cambiar. Una serie de motivos que ana lizaremos en su momento, provocaron una crisis de las ciudades que ya se había iniciado doscientos años antes. En poco tiempo, las urbes disminuyeron...