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Los exploradores de Hitler - SS-Ahnenerbe

of: Javier Martínez-Pinna

Nowtilus - Tombooktu, 2017

ISBN: 9788499679068 , 256 Pages

Format: ePUB

Copy protection: DRM

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Price: 7,99 EUR



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Los exploradores de Hitler - SS-Ahnenerbe


 

Introducción


En fechas recientes, los medios de comunicación de medio mundo se hicieron eco de una noticia que no dejó a nadie indiferente, en parte porque volvía a abrir el debate sobre la existencia de un gran tesoro oculto, escondido por los nazis en una serie de enclaves secretos, y cuya búsqueda se habría cobrado la vida de todo tipo de aventureros, científicos y cazatesoros.

Todo empezó en agosto del 2015, cuando una modesta y casi desconocida cadena local, Radio Wroclaw, difundió una noticia que causó sensación entre los sobrios habitantes de la localidad polaca de Walbrych. Según pudieron escuchar en sus transistores, un antiguo tren nazi desaparecido setenta años atrás estaba a punto de ser localizado en un desconocido lugar ubicado bajo el suelo de uno de los bosques cercanos a su ciudad. Al parecer, dos aventureros habían logrado detectar el lugar exacto en donde se habría perdido la pista a un convoy, que según una antigua leyenda desapareció después de salir de Wroclaw a principios de 1945. Según los cazatesoros, el polaco Piotr Koper y el alemán Andreas Richter, el tren huyó de la ciudad cargado con un enorme botín para no caer en manos del Ejército Rojo, que por aquel momento ya marchaba imparable hacia la conquista de Berlín.

Uno de los primeros que siguieron la pista del tren del oro nazi fue Tadeusz Slowikowski, un antiguo trabajador del ferrocarril de 86 años de edad, que inició su búsqueda en el año 1950, después de salvar a un hombre alemán llamado Schulz cuando estaba a punto de ser asesinado por dos atacantes anónimos. Como muestra de gratitud por librarle de una muerte segura le reveló el paradero de un túnel en donde, según él, permanecería oculto este gran tesoro; y no solo eso, también le aseguró que un grupo de alemanes habría seguido viviendo en la zona después del final de la Segunda Guerra Mundial y que uno de ellos fue el que detectó la entrada al túnel, pero para su desgracia nunca pudo averiguar lo que allí se escondía, porque poco después esta fue dinamitada para evitar que nadie pudiese penetrar en su interior.

Inmediatamente, Slowikowski inició las investigaciones, pero algo sucedió que le obligó a extremar sus precauciones cuando supo que, en mayo del 45, una humilde familia polaca cuyo hogar estaba situado a escasos metros de la entrada del túnel había sido ejecutada por los nazis, unos días antes de que los rusos tomaran el pueblo. Para no dejar ningún tipo de pista, los soldados alemanes no habían dudado en demoler una casa desde donde se podían observar todos los movimientos de los trenes que entraban y salían del corredor.

La muerte injustificada de todos los miembros de la familia polaca hizo que este supuesto tesoro, enterrado en el corazón de Polonia, adquiriese un carácter maldito y en esto no se diferenció de lo que ocurrió con otros tesoros desaparecidos del nazismo que hasta ahora siguen siendo buscados por media Europa. Slowikowsky decidió guardar silencio durante mucho tiempo, por lo que la historia de este tren del oro nazi, como se le empezó a conocer, fue convirtiéndose en leyenda.

Por fin, en el 2003 el polaco se dispuso a explorar la zona para averiguar qué parte de verdad se escondía detrás de estos sucesos cuya historicidad nunca pudo ser comprobada. Asombrosamente, y a pesar del tiempo transcurrido, Slowikowsky comprobó que seguían existiendo individuos empeñados en mantener estos secretos a salvo. Eso es, al menos, lo que dijo en unas declaraciones al Daily Mail, cuando afirmó que, nada más empezar a investigar, llegaron tres hombres de paisano y le amenazaron con utilizar sus armas si seguía metiendo las narices en un lugar que no le convenía volver a pisar. Nunca se supo la identidad de estos individuos aunque se dijo que pudieron ser miembros del Gobierno o de la policía secreta polaca, mientras que otros vieron en ellos a viejos simpatizantes del Tercer Reich. Poco importó porque Slowikowsky, un hombre de edad avanzada, no se vio con las fuerzas necesarias para continuar con su apasionante aventura, por lo que compartió su secreto y sus escritos con los cazatesoros Koper y Richter, los cuales no dudaron en reemprender la búsqueda y para ello utilizaron tecnología lo suficientemente avanzada, como un georradar, con la que llegaron a captar imágenes de lo que podría ser, efectivamente, un tren sepultado bajo los bosques de Walbrych.

Según dijeron a los medios de comunicación, el convoy podía medir unos 150 metros de longitud, y lo más importante de todo, en su interior podría esconderse una auténtica fortuna valorada en más de un millón de dólares, y por eso reclamaron un diez por ciento de todas las riquezas allí encontradas si realmente daban con el anhelado tesoro.

La locura pareció desatarse en una ciudad que hasta ese momento había pasado desapercibida. Rápidamente sus calles empezaron a llenarse de todo tipo de extraños personajes, por lo que las autoridades locales se vieron forzadas a actuar, estableciendo un auténtico cerco en torno a la zona en donde se suponía escondido el tren del oro nazi. Las palabras del secretario de Estado de Cultura del Gobierno polaco, Piotr Zuchowsky, cuando aseguró que se podía corroborar en un noventa y nueve por ciento la existencia de un tren sepultado bajo la tierra, terminaron por descontrolar una situación que a todos parecía habérseles ido de las manos. Poco a poco, un número cada vez mayor de turistas se fue acercando hasta Walbrych, situación que supieron aprovechar los vecinos de la zona para organizar unos tours que incluían la visita a la zona del bosque en donde se estaba desarrollando la búsqueda. El interés también se extendió hasta el cercano castillo de Ksiaz, un lugar relacionado con la presencia de este supuesto tesoro perdido de los nazis, al estar situado en medio de una compleja red de túneles subterráneos, construidos por los alemanes en plena guerra, y que según los expertos pudo ser utilizado como una especie de refugio en donde se deberían haber escondido todo tipo de obras de arte expoliadas por los alemanes, así como parte de su espectacular tesoro.

Conforme fueron pasando los meses, las expectativas de Andreas Richter y Piotr Koper fueron enfriándose, especialmente cuando escucharon el informe de un grupo de científicos de la Universidad de Cracovia, quienes se habían desplazado hasta el lugar cargados con un moderno equipo de radares y equipos magnéticos. Después de varias semanas de arduo trabajo, los científicos pudieron detectar la existencia del túnel, pero las anomalías geomagnéticas no resultaron ser lo suficientemente importantes como para tratarse de un tren enterrado a veinte metros de profundidad. El informe no podía considerarse definitivo, pero las declaraciones en noviembre de 2015 de la investigadora Joanna Lamparska terminaron por hundir la moral de los aventureros. Según esta escritora, que había estudiado la red de túneles de la región, la historia creada en torno al tren del oro nazi no podía ser más que un simple engaño. Mientras tanto, un antiguo miembro del KGB afirmó que los soviéticos habían llevado a cabo excavaciones en la zona y no habían descubierto nada.

Castillo de Walbrych: El castillo Ksiaz es un enclave impresionante situado en lo alto de una colina arbolada de la ciudad de Walbrych, en el sudoeste polaco. Según los investigadores, durante la guerra se excavaron una serie de túneles subterráneos para albergar depósitos de armamento e incluso algunos tesoros arrebatados por los alemanes durante los años que duró el conflicto.

A pesar de que las últimas noticias resultaron ser desesperanzadoras, tanto Richter como Koper se negaron a arrojar la toalla. En esta ocasión, la suerte parecía haberles dado la espalda, pero los aventureros no quisieron abandonar una búsqueda en la que creían más que nadie. Después de todo, ellos no habían sido los primeros que se habían embarcado en esta arriesgada misión ya que otros muchos habían perseguido el sueño de encontrar alguno de los muchos enclaves en donde los nazis habrían escondido todas las riquezas que expoliaron durante la Segunda Guerra Mundial, mientras los ejércitos de la Wehrmacht se paseaban invencibles por los campos de media Europa.

Los hallazgos arqueológicos y los testimonios de los supervivientes sugerían que los alemanes ocultaron una gran cantidad de lingotes de oro, objetos de culto y numerosas obras de arte en todo tipo de túneles subterráneos, en el fondo de inaccesibles lagos o en las entrañas de antiguos castillos, en donde sin duda habrían permanecido hasta la actualidad, esperando el momento propicio para salir a la luz. Además, poco a poco, los historiadores empezaron a comprender cómo los nazis habían planeado salvar sus inmensas riquezas, desde el mismo momento en el que comprendieron que su anhelada victoria para imponer su régimen de odio nunca se iba producir. Al frente de este ambicioso plan se situó Bormann, el secretario personal del Führer y su hombre de confianza, sobre cuyas espaldas recayó la responsabilidad de esconder estas riquezas en los lugares más seguros posibles. Para él, lo más importante era convertir las millonarias finanzas del Reich en oro y joyas para evitar su previsible devaluación. Evidentemente, una parte importante de este oro tuvo que salir de las ciudades alemanas antes de que estas cayesen en manos de los soviéticos, y ello explicaría la formación temprana de todo tipo de leyendas y tradiciones que, como verá el lector, hablaban sobre la presencia de estos enigmáticos tesoros ubicados en los enclaves más insospechados.

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