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Guía Tai Chi de la Harvard Medical School

Guía Tai Chi de la Harvard Medical School

of: Peter Wayne, M. L. Fuerst

Paidotribo S.L., 2017

ISBN: 9788499106373 , 360 Pages

Format: ePUB

Copy protection: DRM

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Price: 8,99 EUR



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Guía Tai Chi de la Harvard Medical School


 

Introducción

Oriente y Occidente se encuentran en la Harvard Medical School

EN julio de 2009, junto con otros seis investigadores de Tai Chi y de mente-cuerpo, en representación de las principales facultades de medicina de Estados Unidos, me encontré situado en un grupo con cinco de los más renombrados y grandes maestros vivos del Tai Chi, el equivalente a los dalai lamas del Tai Chi. Este encuentro sin precedentes entre los investigadores y los maestros de Tai Chi se dio en el Primer Simposio Internacional de Tai Chi, que tuvo lugar en el campus de la Vanderbilt University Medical School, un evento que supuso un hito en el mundo del Tai Chi. Por primera vez, maestros que representaban los estilos de Tai Chi más importantes coincidieron en un solo lugar para enseñar y compartir personalmente su pasión por el Tai Chi, mostrar la unidad a través de los diferentes estilos, y hablar con una sola voz sobre el futuro de este antiguo arte marcial. Más de 500 entusiastas del Tai Chi, investigadores médicos, responsables políticos y grupos de presión en temas de salud se hallaban entre la audiencia esperando este histórico evento.

Para mí, fue aún más notable el hecho de que este simposio por la tarde se dedicara a explorar el papel que podía desempeñar la investigación científica occidental en la información sobre el desarrollo del Tai Chi y su integración en el sistema de salud occidental. Al trabajar durante el día como investigador médico que estudiaba objetivamente la ciencia del Tai Chi y por la noche como instructor de Tai Chi en mi comunidad, durante años he caminado sobre la línea sinuosa que divide las partes más racionales e intuitivas del símbolo del yin y el yang del Tai Chi. Como científico y también como profesor y practicante, he explorado cómo unir mejor el conocimiento que subyace a mis dos vocaciones, o como se diría en la jerga del Tai Chi, cómo el yin y el yang pueden enriquecerse mutuamente.

El simposio fue un gran éxito en muchos sentidos. Algunos intercambios provechosos entre maestros e investigadores pusieron de relieve la promesa del Tai Chi de mejorar la salud de nuestra población de más edad, por ejemplo, en la prevención de las cardiopatías y las fracturas relacionadas con las caídas. Otros intercambios se centraron en el potencial de los instrumentos científicos más vanguardistas para dilucidar el impacto del Tai Chi en los procesos fisiológicos del cerebro, el corazón y el sistema musculoesquelético. Una breve discusión sugirió respecto a cómo la tecnología moderna podía ayudar a entender mejor los conceptos de la medicina tradicional china desconocidos para la mayoría de los occidentales, como el Qi, o el flujo de energía en nuestro cuerpo.

Ciertamente, a pesar del intercambio de ideas sin precedentes, hacia el final de la noche me sentí algo insatisfecho, esperando mucho más. En una primera apreciación, sentí que unas pocas horas eran un período demasiado corto para dedicar a temas tan enriquecedores. Sin embargo, lo que es más importante, sentí que la profundidad de las discusiones se veía limitada por las enormes barreras culturales, lingüísticas y epistemológicas entre los maestros de Tai Chi y los científicos. Aún no disponemos de un lenguaje o marco bien desarrollado que facilite la comunicación entre la práctica y la ciencia del Tai Chi. Situado como estaba ante la interfaz de dos culturas muy diferentes, las artes orientales de curación y la ciencia occidental, vi claramente cuánto trabajo era aún necesario para construir puentes de unión. Parte de mi propuesta, y el propósito central de este libro, es explorar la interfaz entre Oriente y Occidente a través del Tai Chi.

La ciencia del Tai Chi recién se está poniendo al día y comprobando lo que los practicantes de Tai Chi saben desde hace siglos: el Tai Chi a menudo proporciona más vigor y energía, más flexibilidad, equilibrio y capacidad de movimiento, así como una mayor sensación de bienestar. La investigación actual presta apoyo ahora a las antiguas reivindicaciones sobre el impacto favorable del Tai Chi en la salud del corazón, los huesos, nervios y músculos, el sistema inmunitario y la mente. Esta investigación también da una idea sobre los mecanismos fisiológicos subyacentes que explican cómo funciona el Tai Chi. Este conocimiento ha permitido a investigadores como mis colegas de la Harvard Medical School y a mí mismo dar forma a los elementos esenciales del Tai Chi en programas bien adaptados al moderno estilo de vida occidental e integrar la formación en Tai Chi eficazmente en la rehabilitación y prevención de numerosas enfermedades.

«El Yin y el Yang: la Madre de los Diez Mil Seres»

Como sugiere esta cita de Lao-Tsé, el nombre del Tai Chi deriva del concepto del yin y el yang también conocido como el símbolo del Tai Chi. El yin-yang es un concepto central en la medicina, ciencia y filosofía chinas tradicionales, y es uno de los pilares más firmes de la cultura china. El símbolo del yin-yang, ahora también muy popular en Occidente, presenta dos polos opuestos complementarios que, juntos, crean un todo dinámico, equilibrado, integrado e interdependiente.

El entrenamiento en Tai Chi incorpora este concepto del yin-yang en múltiples niveles. En el más evidente, el nivel físico, es un ejercicio que tiene como objetivo fortalecer, estirar, equilibrar, coordinar e integrar las mitades derecha e izquierda del cuerpo, las mitades superior e inferior, y las extremidades del cuerpo con la parte interior o central. En un nivel más sutil integra el cuerpo y la mente. Los movimientos del cuerpo son coordinados mediante el ritmo, la respiración consciente y los numerosos componentes cognitivos y emocionales, entre los que se incluyen la atención focalizada, el aumento de la autoconciencia, la visualización, las imágenes y la intención.

En un nivel quizá aún más sutil, el Tai Chi te sensibiliza e integra en tu entorno físico y social. En un nivel interpersonal, estar en sintonía con otras personas en el entorno social ayuda a aprender a interpretar y responder adecuadamente a sus señales. Esta integración interna / externa es uno de los secretos del Tai Chi como arte marcial: al hacerte extremadamente sensible a los movimientos de tus oponentes, aprendes a liderar mediante la neutralización y el acompañamiento. Conectar con la naturaleza también puede ser una parte integral del entrenamiento en Tai Chi. Practicar en el exterior, en un parque, puede proporcionar la sensación de recibir nuevas fuerzas o nutrirse del entorno natural. Para algunos, la conciencia aumentada de uno mismo y nuestra conexión e integración con el mayor mundo natural puede aportar también una dimensión espiritual: mejorar el sentido de ser parte de algún proceso natural más vital y en expansión.

Para un extraño, al observar la práctica de un maestro o el ejercicio del Tai Chi, la integración con éxito del yin-yang se ve reflejada en la conexión perfecta de la gracia de los movimientos, uno fluyendo en el otro, como un sentimiento de concentración, calma y tranquilidad. Se puede apreciar que el maestro dispone tanto de integración como de conciencia interna y externa, y está en sintonía consigo mismo y con el ambiente que le rodea. En el Tai Chi, como en el yin-yang, toda está interconectado. El maestro de Tai Chi refleja lo que el profesor Ted Kaptchuk, mi colega de la Harvard Medical School y erudito en medicina china, denomina «una trama sin tejedor» («Web that has no Weaver»)1.

La holística y ecológica visión oriental del cuerpo, la mente y la salud está siendo cada vez más apreciada y adoptada en la comunidad médica occidental. Elementos de esta perspectiva holística han sido reconocidos implícitamente en la historia de lo que conocemos como medicina convencional, o biomedicina, pero la comunidad médica occidental moderna se ha basado cada vez más en un marco reduccionista para definir la salud, tratar la enfermedad y formar a los médicos. El principio central de este modelo reduccionista moderno se focaliza en las causas profundas de la enfermedad, por ejemplo los agentes infecciosos, las anomalías genéticas o del desarrollo, o las lesiones. El enfoque reduccionista asume que los problemas complejos pueden ser resueltos dividiéndolos en porciones más pequeñas, más simples, o en unidades más fáciles de tratar. Otro colega y colaborador de la Harvard Medical School, el Dr. Andrew Ahn, designa esta técnica como «divide y vencerás»2.

Por supuesto, en la medicina moderna el reduccionismo ha comportado enormes éxitos, entre ellos el desarrollo de medicamentos, marcadores genéticos, técnicas de diagnóstico por la imagen y cirugía curativa. Pero el reduccionismo tiene sus límites e inconvenientes. Como indica Ahn, «el reduccionismo se hace menos efectivo cuando la acción de dividir el problema en diferentes partes comporta la pérdida de información importante sobre el conjunto»3.

Esta limitación inherente a dividir el problema se observa especialmente en enfermedades crónicas complejas como la diabetes, la arteriopatía coronaria o la lumbalgia recurrente, en las que raramente hay un único factor implicado o es el responsable en solitario de la presentación o el desarrollo de la enfermedad. Por lo general, a menudo se identifican numerosos factores y la enfermedad evoluciona a través de complejas interacciones entre ellos. Además de haber perdido la posibilidad de ver los árboles por culpa del bosque, otros temas relacionados con el reduccionismo incluyen la pérdida de la persona como un todo, la despersonalización de la medicina, la falta de comunicación entre...