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Breve historia del Imperio bizantino

of: David Barreras Martínez, Cristina Durán Gómez

Nowtilus - Tombooktu, 2010

ISBN: 9788497637121 , 256 Pages

Format: ePUB

Copy protection: DRM

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Price: 7,99 EUR



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Breve historia del Imperio bizantino


 

Introducción

Cuando pensamos en la Edad Media, solemos pensar en la caída del Imperio romano y en la victoria de los bárbaros. Pensamos en la decadencia del saber, en el advenimiento del feudalismo y en luchas mezquinas. Sin embargo, las cosas no fueron realmente así, puesto que el Imperio romano, en realidad, no cayó. Se mantuvo durante la Edad Media. Ni Europa ni América serían como son en la actualidad si el Imperio romano no hubiera continuado existiendo mil años después de su supuesta caída.

Cuando decimos que el Imperio romano cayó, lo que queremos decir es que las tribus alemanas (germánicas) invadieron sus provincias occidentales y destruyeron su civilización. No obstante, la mitad oriental del Imperio romano permaneció intacta, y durante siglos ocupó el extremo sudeste de Europa y las tierras contiguas en Asia.

Esta porción del Imperio romano continuó siendo rica y poderosa durante los siglos en que Europa occidental estaba debilitada y dividida. El Imperio continuó siendo ilustrado y culto en un tiempo en que Europa occidental vivía en la ignorancia y la barbarie. El Imperio, gracias a su poderío, contuvo a las fuerzas cada vez mayores de los invasores orientales durante mil años; y la Europa occidental, protegida por esta barrera de fuerza militar, pudo desarrollarse en paz hasta que su cultura formó una civilización específicamente suya.

El Imperio del Sudeste trasmitió al Occidente tanto el derecho romano como la sabiduría griega. Le legó arte, arquitectura y costumbres; dio al Occidente [...] la noción de monarquía absoluta [...] y también la religión a Europa oriental.

Pero, finalmente, Europa occidental se fortaleció y fue capaz de defenderse por sí misma, en tanto que el Imperio se fue agotando. ¿Y de qué manera agradeció Europa occidental lo que había recibido? Con una actitud de desprecio y de odio [...]. La ingratitud ha continuado aun después de la muerte, porque la historia de este Imperio es prácticamente ignorada en nuestras escuelas [...].

Hay pocos occidentales que sepan que en los siglos en que Londres y París eran unos villorrios desvencijados, con calles de barro y chozas de madera, había una ciudad reina en Oriente (Constantinopla), rica en oro, llena de obras de arte, rebosante de espléndidas iglesias, con un comercio bullicioso, maravilla y admiración de cuantos la conocían [...].

Con estas palabras, Asimov nos resume lo que en su opinión ha significado el llamado Imperio bizantino para el curso de la historia. Un imperio que parece olvidado hoy en día y del cual, en muchas ocasiones, se desconoce incluso su origen. Pocos demuestran saber que Bizancio fue algo más que el heredero del Imperio romano. Puede considerarse que el Imperio romano fue el continuador de la cultura clásica griega. El Imperio romano tomó como modelo a Grecia. Pero Bizancio, como podremos ver, fue algo más que el heredero del Imperio romano, fue la prolongación de este. Roma no fue el modelo de Bizancio, Roma continuó su existencia mientras vivió Bizancio. Desde Augusto a Constantino XI, el último soberano que se sentó en el trono de Constantinopla, hubo una línea ininterrumpida de emperadores a lo largo de aproximadamente quince siglos. A pesar de esto, normalmente se considera que cuando se produjo la invasión de Occidente por los pueblos germánicos cayó el Imperio romano.

Corría el año 476 cuando Odoacro, señor de los hérulos, deponía al emperador de Occidente, Rómulo Augusto, produciéndose de esta forma la caída de Roma.

Este último párrafo constituye la versión oficial de los hechos, no obstante es preciso destacar que la frase oculta además una inquietante verdad que trataremos de desvelar a lo largo de este trabajo.

La mayor parte de la gente es fiel a la cita en cuestión, cree que con la caída de Roma y las provincias occidentales desaparecía el Imperio romano. Nada más distante de la realidad. Cierto es que los hérulos se apoderaron de Italia, al igual que unos años antes otros pueblos bárbaros se adueñaron de otras regiones del oeste de Europa, antaño dominios romanos. Pero, aunque la mayoría de veces se ignore, la parte oriental del Imperio romano no se vio afectada a estos niveles por las invasiones de las tribus germánicas.

A pesar de que a partir de 476 se llame Imperio bizantino o Bizancio a la mitad oriental del Imperio, la denominación correcta debería ser simple y llanamente la de Imperio romano. Ni tan siquiera debería ser válido, a partir de este año, el término Imperio romano de Oriente, ya que este último nombre era correcto cuando existía un imperio dividido en dos, pero una vez desaparecida la parte occidental, dejó de tener sentido. Si el Imperio romano de Occidente ha caído, ¿por qué seguir llamando a la mitad superviviente Imperio romano de Oriente? En nuestra opinión lo correcto sería llamar a este último territorio, simplemente, Imperio romano, puesto que de las dos partes que un día lo formaron fue la única que continuó unificada cultural y políticamente. De todas formas, para evitar confusiones con respecto al Imperio unificado, también conocido como Alto Imperio romano, emplearemos en lo sucesivo el término Imperio bizantino o simplemente Bizancio.

Con las incursiones de los bárbaros no se produjo la caída definitiva del Imperio. Si es cierto que una gran parte de su territorio, es decir, toda la mitad occidental, se perdió como consecuencia de estas invasiones. Pero la parte oriental permanecía intacta y consiguió resistir hasta 1453.

En concreto, el hecho que se considera que marca el fin definitivo del Imperio, la ya mencionada deposición de Rómulo Augusto en el año 476, únicamente supuso la pérdida de los territorios circundantes a la que originalmente había sido la capital, es decir, Roma. No obstante, hacía muchos años que la capital imperial era una ciudad mucho más rica, próspera y moderna: Constantinopla. Además, incluso la corte de Occidente se llegó a trasladar al norte en los años finales de su existencia, a Milán y más tarde a Rávena.

De la misma forma, hacia el año 476, también había llovido bastante desde que las provincias occidentales estaban dominadas por francos, visigodos, vándalos, alanos y otros pueblos bárbaros. En definitiva, cuando el último emperador de la mitad occidental fue destronado, este ejercía un efímero control de la península italiana, quedando el resto de provincias occidentales bajo dominio germánico.

Pero en Constantinopla existía un emperador que sí gobernaba de forma efectiva la totalidad de las provincias orientales romanas. Se trataba de Zenón, quien, ante la deposición de su emperador asociado, Rómulo Augusto, era el único titular legal del Imperio, papel que, como veremos en la segunda parte de este tratado, asumió Justiniano I plenamente.

Sin embargo, a pesar de todo, a los emperadores bizantinos no les faltaron competidores a lo largo de la historia. En Occidente surgieron varios soberanos que adoptaron el título imperial. Cuando Roma dejó definitivamente de estar bajo control bizantino y se veía amenazada por los bárbaros lombardos, el papa solicitó la ayuda de los francos, mismamente extranjeros germánicos, pero de religión católica. Este respaldo brindado por los francos fue premiado por la Santa Sede, recompensa que alcanzó su cota más alta cuando su rey, Carlomagno, fue coronado emperador de Occidente hacia el año 800.

De la misma forma, cuando a la muerte de Luis I el Piadoso, hijo de Carlomagno, su imperio quedó dividido, uno de los estados resultantes comenzó a denominarse Sacro Imperio Romano (Germánico), y su soberano adoptó el título de César (en alemán, Káiser) hasta épocas no muy lejanas.

Eran estos personajes soberanos poderosos, como es el caso de Carlomagno o de Federico I Barbarroja, pero en definitiva usurpadores del título que portaban. Solo hubo un emperador legítimo a lo largo de todo el Medievo, y su trono estaba en Constantinopla.

Una buena parte de los territorios occidentales perdidos como consecuencia de las invasiones germánicas, fueron recuperados en época de Justiniano I (527-565). Este emperador reconquistó la mayor parte de la costa mediterránea e incluso Roma. La legendaria ciudad de Rómulo y Remo únicamente había permanecido en manos bárbaras cincuenta y nueve años, entre 476 y 535. ¿No es esto un claro ejemplo de lo que se consideraban y de lo que realmente eran los emperadores de Constantinopla? Si, efectivamente, aún eran emperadores ro ma nos. Aunque tras la reconquista de Justiniano quedaban vastas zonas en poder de los bárbaros, áreas que habían pertenecido al Imperio en épocas más gloriosas, tales como...