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Breve historia del condón y de los métodos anticonceptivos

of: Ana Martos Rubio

Nowtilus - Tombooktu, 2010

ISBN: 9788497637848 , 256 Pages

Format: ePUB

Copy protection: DRM

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Price: 7,99 EUR



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Breve historia del condón y de los métodos anticonceptivos


 

2

De infanticida a espermicida

No hay bien alguno que en el mundo venza 
el bien de gozar uno su querida;
por eso cosa no hay más perseguida
de la envidia de esotros: y el recelo
de ser de los demás interrumpido
fue el origen de hacerlo en lo escondido,
que no porque ello fuese vergonzoso.

 Nicolás Fernández de Moratín,
 El arte de las putas.

Hace cinco mil años que fue inventada la escriturapor los fenicios. Esto, para los antiguos, supuso la posibilidad de transmitir e intercambiar conocimientos y, para nosotros, la seguridad de saber cuándo y cómo sucedieron muchas cosas.

En los tiempos remotos en que un posible chamán plasmó visiones místicas, alegorías o exvotos en las paredes de las cuevas, no existía la escritura y por ello ha sido preciso interpretar las imágenes desde uno u otro punto de vista, de la misma forma que se interpretaron los textos antiguos hasta que el hallazgo memorable de la piedra Rosetta arrojó un haz de luz sobre los escritos descifrados.

Sin embargo, desde que se inventó la escritura, existió la posibilidad de registrar los conocimientos y darlos a conocer a quien fuera capaz de leer. Así se han encontrado anotaciones que describen las prácticas anticonceptivas más antiguas y los métodos empleados para proteger al hombre de infecciones y enfermedades venéreas.

La escritura permitió a los pueblos antiguos dejar constancia de sus conocimientos. Aquí aparece el instrumental médico del antiguo Egipto en la pared del templo de Kom-Ombo.

Por ejemplo, el versículo 16 del capítulo III del Libro de Job menciona el aborto, como también lo cita el versículo 12 del capítulo XII de Números. Lo menciona como una desgracia acaecida. Pero también sabemos que el aborto y, aún más, el infanticidio y el abandono de los hijos no queridos fueron comunes en la Antigüedad, bien para eliminar el exceso de población, bien para excluir a los débiles o malformados o bien para exterminar a los del sexo no querido.

Los germanos y los escitas utilizaban una prueba contundente para determinar si los hijos recién nacidos serían aptos para la dura vida que les esperaba. Los sumergían en agua helada. Los que sobrevivían, pasaban a formar parte de la tribu. Los romanos, un pueblo contradictorio en cuyas costumbres convivían el puritanismo y la crueldad, criticaron aquella forma bárbara de poner a prueba la robustez de la prole y, sin embargo, Séneca mismo cuenta que en Roma era habitual ahogar a los recién nacidos débiles o anormales, es decir, suprimir la progenie degenerada. Platón recomendó el aborto a las mujeres mayores de 40 años por el mismo motivo.

Entre los griegos, la forma habitual de deshacerse de los hijos no queridos era el infanticidio, el abandono o lo que se ha llamado «la exposición», que consistía en exponer al recién nacido en algún lugar en el que pudiera recogerlo algún viandante. Algo similar a lo que han hecho en Europa muchas madres solteras o desesperadas, exponiendo a sus hijos en el torno de un convento o a la puerta de una casa rica. Fue precisamente en el siglo IV cuando se divulgó la costumbre de exponer a los hijos no queridos a la puerta de una iglesia, después de que Constantino el Grande dictara pena de muerte para los infanticidas y censurase la exposición de los niños, porque los ponía en peligro de muerte (él, que cometió tantos asesinatos dentro de su propia familia). En el siglo IX, Carlomagno impulsó la creación de asilos para educar cristianamente a los niños abandonados.

En Atenas, era el padre quien podía decidir la suerte de los hijos, aceptándolos para su crianza o decidiendo su muerte o abandono. Sin embargo, en Esparta, el Consejo de Ancianos era el órgano decisorio, pues a él pertenecían todos los niños que nacieran, ya que su destino era pertenecer el ejército. Los de constitución débil, toda vez que no podían ser guerreros, sufrían una terrible muerte, pues el Consejo ordenaba lanzarlos a un barranco. Tebas llegó a condenar a muerte a quienes cometieran infanticidio. Sin embargo, la legislación permitía vender a los hijos si los padres carecían de medios para criarlos.

En Las fronteras de la Medicina, José Manuel Reverte cuenta los terribles métodos que se llevaban a cabo en sociedades primitivas para eliminar a los hijos que no cumplían los requisitos necesarios para la vida. Por ejemplo, en Panamá, los indios cuna mataban inmediatamente a los niños albinos, enterrándolos vivos o administrándoles un veneno, porque la falta de pigmentación de la piel los hacía inútiles para el trabajo. En Australia, si nacían mellizos, cuenta este mismo autor que algunas tribus acostumbraban sacrificar a uno de los dos, pero el ritual del sacrificio era, a nuestros ojos, sumamente cruel, porque el padre lo tomaba por los pies y lo estrellaba contra una piedra, procediendo posteriormente a comer su cuerpo.

HIJOS DE LA FORTUNA

Una vez más son los mitos los encargados de ilustrar cómo se deshacían los antiguos de los hijos no deseados. Matándolos o abandonándolos. Edipo y Blancanieves salvan la vida merced a la clemencia del esbirro encargado de darles muerte. Rómulo y Remo, Zeus y Tarzán son salvados y amamantados por animales compasivos.

Pero no solamente conocemos tales costumbres por los mitos. Aristóteles comentó que si se penara el abandono de hijos no deseados, las mujeres emplearían el aborto con mayor frecuencia. Los griegos abandonaban a los niños en lugares en los que pudieran ser recogidos por quienes deseaban tener descendencia sin conseguirlo. El mito de Edipo nos cuenta que fue abandonado por el criado a quien se había encomendado su asesinato. Lo recogió un pastor de Corinto y lo llevó ante Polibio, su rey, quien acogió al niño abandonado como a un hijo de la Fortuna, pues no había conseguido tener hijos propios y el trono de Corinto carecía de heredero. Parece que los pueblos de Mesopotamia abandonaban a los suyos en una canastilla embreada y los lanzaban al río, como sucedió con Moisés, otro héroe adoptado como hijo de la Fortuna por una princesa egipcia, mítica, sin duda, puesto que el autor de la historia no indica su nombre ni tampoco el del famoso faraón que después se convirtió en enemigo y fue vencido por el héroe. También Sargón fue expuesto en un cesto, recogido y criado por un extraño y convertido, de adulto, en el primer rey de Akad.

Según algunos autores, los lugares preferidos por los griegos para exponer a los niños no queridos eran las encrucijadas de caminos o los templos, donde había mayores posibilidades de que fueran recogidos por alguien que se ocupara de criarlos. Pero la realidad suele ser más desagradable que la leyenda. Los niños de la vida real no tenían la suerte de caer en manos de reyes o princesas, sino que eran generalmente recogidos por proxenetas que los dedicaban a la prostitución o por otros individuos igualmente carentes de escrúpulos que solían venderlos como esclavos.

No hace falta remontarse demasiado tiempo atrás para encontrar ejemplos de tales conductas. Una escena de Oliver Twist, el pequeño héroe de Dickens, salido del hospicio, muestra al niño de la mano de un mercader que lo vende por siete guineas.

Sin embargo, parece que las mujeres romanas no se complicaban la vida buscando un lugar adecuado en el que abandonar a los hijos no deseados. Se limitaban a arrojarlos a un basurero donde, si no tenían la suerte de ser recogidos a tiempo, solían servir de alimento a los perros vagabundos o a las ratas.

 

El mito del nacimiento del héroe se cumple en personajes legendarios como Moisés o Edipo, abandonados y recogidos por un personaje poderoso. Por desgracia, la inmensa mayoría de los numerosos niños abandonados no tuvieron esa oportunidad, sino que cayeron en manos de proxenetas o esclavistas, cuando no perecieron devorados por las alimañas.

Vendidos como esclavos, abandonados o devorados por las alimañas, los hijos no deseados de la Antigüedad tenían un destino mucho más triste que el que narran las leyendas y los mitos. No obstante, los egipcios, que eran un pueblo mucho más avanzado que los griegos y los romanos, criticaban semejantes costumbres que consideraban propias de gentes atrasadas y bárbaras y empleaban métodos anticonceptivos o abortivos para evitar embarazos inoportunos o limitar el número de descendientes.

Tampoco parece que hayan cambiado mucho las cosas en los miles de años transcurridos desde lo que llamamos Antigüedad. En el siglo XIV, se crearon en Francia y en Toscana casas de acogida para niños abandonados, con el fin de evitar infanticidios. En el siglo XVIII, todavía se abandonaban en París alrededor de 4.000 niños al...