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Breve Historia de las Cruzadas - Viva las ocho cruzadas en las que miles de guerreros cristianos batallaron contra el Islam y arrasaron Tierra Santa para conquistar el Reino de los Cielos.

of: Juan Ignacio Cuesta Millán

Nowtilus - Tombooktu, 2010

ISBN: 9788497632164 , 208 Pages

Format: ePUB

Copy protection: DRM

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Price: 7,99 EUR



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Breve Historia de las Cruzadas - Viva las ocho cruzadas en las que miles de guerreros cristianos batallaron contra el Islam y arrasaron Tierra Santa para conquistar el Reino de los Cielos.


 

 

EL APOCALÍPSIS Y LAS CRUZADAS

UNO DE LOS LIBROS MÁS POPULARES durante la Alta Edad Media fue sin duda el Apocalipsis, escrito por San Juan Evangelista en la isla de Pathmos siendo anciano. Su fin es, a través de símbolos de oscuro significado, surrealistas e incomprensibles para casi todo el mundo, mostrarnos cómo será el anunciado fin de los tiempos. Según se afirma, una de las principales señales que permitirían a los hombres saber que el evento estaba cercano sería el advenimiento del «Anticristo», encarnado en la «Gran Bestia». Muchos creían que tal cosa sucedería en los alrededores del último día del año 999. Al día siguiente, vivos y muertos resucitados, acudirían en masa obligatoriamente al «Valle de Josafat», donde rendirían cuentas ante el arbritrio divino en un terrible, temido e inexorable «Juicio Final». Habría llegado el fin de la Historia.

Aquello no sucedió en aquella fecha, es obvio, y la explicación sería que «Dios había escuchado las oraciones suplicantes de santos y hombres justos, aplazando el fin». Así salieron del paso los sofistas de entonces.

Su influencia fue notable, puesto que el orbe cristiano identificaba a este ser numinoso con alguno de los caudillos musulmanes que luchaban con ahínco para introducirse en Europa y conquistar sus reinos por la fuerza de las armas. Entre ellos destacó en España el legendario general de ascendencia yemení nacido en Torrox (Málaga), Abu Amir Muhammad ibn Abi Amir al-Mansur, más conocido como Al manzor (también al-Mu'yyad bi-llah —el que recibe la asistencia victoriosa de Allah—).

Consciente de ello y deseando frenar la expansión sarracena, el rey asturiano Alfonso II el Casto encontró unos años antes un arma propagandística que puso al servicio de sus intereses. Un monje de San Martín de Turieno (hoy Santo Toribio de Liébana), el abad Beato, famoso por ser el autor de los Comentarios al Apocalipsis de San Juan —también conocido como Beato de Liébana—, escribe un himno litúrgico dedicado a un rey precedente, Mauregato. En él se habla de Santiago el Menor, como Patrón de España, y se afirma que fue su evangelizador. De forma «milagrosa», años después, en el año 813 aparece el presunto sepulcro del Apóstol, lo que llevó a numerosos cristianos a convertirse en peregrinos para visitarle y conseguir con su penoso viaje la indulgencia para sus pecados. Esta coincidencia, un tanto sospechosa, permite pensar que las peregrinaciones a Santiago de Compostela en realidad fueron utilizadas en un primer momento como forma de incrementar la presencia de cristianos en una amplia región fronteriza difícil de defender con las escasas tropas de que se disponía. En definitiva fue una migración inspirada por el más riguroso pragmatismo.

Poco a poco va creándose un ambiente propicio para convocar las Cruzadas. Tengamos en cuenta que el mundo medieval tiene sus propias reglas, difíciles de comprender desde la óptica de nuestro tiempo. Siguiendo a Georges Dubi (Guerreros y campesinos: desarrollo inicial de la economía europea, 500-1200), la mayor parte de la población en la Alta Edad Media vive cultivando las tierras de los señores feudales, quienes les imponen una disciplina directamente basada en la doctrina cristiana. Esta establece que Dios es un ser que da premios y castigos eternos tras la muerte en función de la obediencia a sus mandatos, emitidos a través del clero y de las autoridades. El poder viene de lo más alto y legitima a quien lo posee por linaje o por la lealtad a su señor, al que conviene tener muchos súbditos sumisos y dispuestos siempre a luchar decididamente a favor de su causa.

Una de las ilustraciones de los Comentarios al Apocalipsis (correspondiente al Beato de Liébana de San Miguel de Escalada). El más famoso códice medieval.

Se produce así el aumento exponencial de la población que hacen peligrar los suministros de alimentos, y una buena solución es mandar a la gente a conquistar nuevas tierras, aunque sea a costa de su vida, peleando en masa contra los «enemigos de Dios» (y por tanto de la cristiandad). Y nada mejor para ello que encontrar un estímulo suficientemente convincente.

Por entonces, las peregrinaciones se habían convertido en una forma de vivir para muchos, que sentían la obligación de visitar los grandes lugares santos, como eran Santiago de Compostela, Roma y, sobre todo Jerusalén, cuna del mismísimo «Hijo de Dios». Para llegar allí por tierra era necesario rodear el Mediterráneo y pasar por Constantinopla (Bizancio), donde estaba la sede del Imperio Romano de Oriente.

Ya se habían superado los temores del Primer Milenio, y la actual Estambul era destino y origen a su vez de muchas rutas comerciales. A su cabeza estaba Basilio II Bulgaroktonos (el «matador de búlgaros»). Corría el año 1014, cuando, harto de los ataques por sorpresa de Samuel, rey de Bulgaria, señor de la fortaleza de Ohrid (un bastión inexpugnable), decidió responderle, venciéndole en la batalla del Valle de Struma, cerca de Salónica. Capturó 15.000 prisioneros.

De un modo que hoy día sería inaceptable, pero que entonces se utilizaba frecuentemente y con naturalidad, dejó ciegos a todos menos a 150. Cada uno de los que se libraron perdió un ojo, y tuvo que conducir a los demás en grupos de cien.

Al verlo, Samuel murió de un ictus (derrame) cerebral. Esta historia no viene descrita en el Apocalipsis, pero parece un verdadero castigo divino. A veces los hombres, para reafirmar su poder, han mostrado comportamientos ciertamente brutales.

 

Los turcos invaden Tierra Santa

TRAS LA MUERTE DE BASILIO, comienza una época de debilidad de Bizancio que terminará con una nueva invasión, esta vez, bajo el mando de Selyuk. Los turcos «selyúcidas», recién incorporados al Islam, avanzaron hacia el sur, entrando en Siria y Palestina. Las ciudades fueron ocupadas paulatinamente. En 1070 entraron en Jerusalén y, un año después, el ejército imperial cayó bajo sus armas en la batalla de Manzikert, donde Diógenes el Griego fue hecho prisionero. El Imperio tuvo que desprenderse de gran parte de Asia Menor. Antioquía fue incorporada en 1084. En 1092 los cristianos habían perdido todas las ciudades importantes en aquella región que ahora estaban ocupadas por las autoridades turcas, que controlaban todo gracias a un poderoso ejército.

Los peregrinos, empeñados en acudir a los Santos Lugares, cosa que constituía una obligación ineludible, sufren con este cambio, puesto que los nuevos dueños y controladores del territorio estaban frecuentemente poco atentos a facilitarles las cosas, cuando no interesados en aprovecharse de la situación. La inseguridad en los caminos, los muchos «controles» en los que los cristianos eran despojados de sus bienes, la constante presión que hacía que muchos no pudieran llegar a su destino o fallecieran en el viaje fue constante y un problema irresoluble. A veces fueron víctimas de torturas, secuestros y todo tipo de vejaciones. Estos musulmanes recién llegados no se vieron obligados a facilitarles las cosas a los cristianos. El resultado fue que acudir a visitar el Santol Sepulcro se convirtió en algo muy difícil y peligroso, lo que acentuaba los enormes sufrimientos provocados por la falta de alimentos y agua, además de enfermedades entonces totalmente desconocidas para ellos.

Izquierda y derecha: El ejército turco era entonces el más poderoso de Asia Menor. Las ilustraciones recreaban las batallas con las que ocuparon muchas ciudades de Bizancio. Hacía poco tiempo que se habían convertido al Islam.

Los iconos bizantinos son la expresión artística más genuina
de todas cuantas se realizaron en esta parte del mundo en la
época de las Cruzadas. Su contenido se refiere siempre a
elementos cristianos.

Por otra parte, los turcos, aunque coincidían en creencias y prácticas religiosas con sus enemigos más cercanos, eran un pueblo belicoso e intolerante con una necesidad importante de invadir otros territorios aledaños. Creían que acosar a sus vecinos y a los peregrinos garantizaba su seguridad. Establecieron así un complejo sistema de vigilancia para evitar el constante riesgo de contaminación con todos los demás. La sensación de inseguridad que tenían les hizo ser mucho más duros y crueles de lo que realmente les hubiera sido necesario.

Las noticias sobre este estado de cosas se conocieron en Occidente, y poco a poco, reyes, señores, soldados, estamentos religiosos y gran parte del pueblo llano tomó conciencia de que era necesario hacer algo para frenar la expansión de los «infieles», que empezaban a ser una amenaza importante. El peligro que significaban para el flanco sur del cristianismo los musulmanes de la península Ibérica empezaba a inquietar a todo el mundo. Una frontera tan cercana entre las culturas europea y asiática resultaba intolerable política y militarmente, en un momento en que la presión demográfica permitía tener a disposición gente dispuesta a luchar por una buena causa.

 

El basileus Alejo Comneno, emperador de Bizancio

LA GRAN FIGURA QUE PARARÍA los intentos de expansión turca fue el general Alejo Comneno, que asumió la responsabilidad de parar a los invasores. Sin embargo, sus tropas eran realmente escasas desde la época de la muerte de Basilio Bulgaroktonos. No tuvo más remedio que buscar a poyos externos. Debían venir más...