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Breve historia de Cristóbal Colón

of: Juan Ramón Gómez Gómez

Nowtilus - Tombooktu, 2012

ISBN: 9788499673042 , 288 Pages

Format: ePUB

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Price: 7,99 EUR



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Breve historia de Cristóbal Colón


 

1

El despertar de Occidente


A veces el paso de los siglos parece aislar los hechos históricos, considerándolos al margen de su contexto. Es lo que ocurre cuando estos hechos se enmarcan en obras literarias, que los alteran para hacer más atractivos sus argumentos, y también cuando se celebran efemérides que los traen a la actualidad, desprovistos de todas sus causas y consecuencias. De este modo, acontecimientos extraordinarios parecen aún más increíbles, y a menudo se olvidan detalles relevantes y se tratan de analizar desde un punto de vista actual las costumbres de épocas muy diferentes. Hoy día no es raro ver cómo deportistas nacidos en un país defienden los colores de otro diferente en las competiciones internacionales. Sin embargo, la cuestión de la nacionalidad se ha convertido para muchos en un asunto nacional –a veces nacionalista– al abordar el origen de Cristóbal Colón. Otra polémica en torno a este personaje es su protagonismo real en el descubrimiento de América, denostado por teorías que hablan de vikingos, templarios y otros que se habrían adelantado a él. El hecho indiscutible, al margen de que se conociera con mayor o menor certeza la existencia de tierra al otro lado del océano, es que fue Cristóbal Colón quien la demostró a los ojos del mundo y la puso en el mapa a partir de 1492.

Sí se puede afirmar que Cristóbal Colón vivió en el momento oportuno para llevar a cabo su proyecto. La aventura colombina culminó un siglo convulso que vio terminar la guerra de los Cien Años y la primera gran crisis de la Iglesia católica, pero también el declive del Sacro Imperio Romano Germánico y la invasión turca del Imperio de Oriente. La amenaza de los otomanos y los mongoles puso fin a las rentables rutas comerciales al Extremo Oriente e impulsó la búsqueda de otros caminos, por pura necesidad, para continuar teniendo acceso a las preciadas especias. Los portugueses tomaron la iniciativa al monopolizar la ruta alrededor de África, aún en proceso de exploración, para alcanzar el océano Índico. Ante esta coyuntura, y aprovechando que Portugal renunció a la alternativa propuesta por Cristóbal Colón, concentrado como estaba en el continente negro, los Reyes Católicos impulsaron, sin saberlo, el descubrimiento geográfico más importante de la historia de la humanidad.

FRANCIA DOBLEGA A LA IGLESIA


Cuando comenzaba el siglo XIV, Francia llevaba más de trescientos años expandiéndose desde la pequeña pero próspera Isla de Francia (en francés, Île-de-France), donde fue entronizada la dinastía de los Capeto, duques de París, en 987, hacia los límites de la que había sido la Galia, delimitada por el Atlántico, el Mediterráneo, los Pirineos, los Alpes, el Jura y el Rin. A medida que había ido creciendo, sus necesidades económicas, exigidas principalmente para el mantenimiento del ejército, habían aumentado del mismo modo que su poder e influencia. Estas circunstancias concurrieron en el enfrentamiento de Felipe IV el Hermoso con el papa Bonifacio VIII a cuenta de las grandes cantidades de oro que, en forma de diezmo, salían del país camino de Roma. Tras la repentina muerte del pontífice en 1303, su inmediato sucesor, Benedicto XI, cedió ante el monarca, y un nuevo papa, el francés Clemente V, trasladó la Santa Sede a Aviñón en 1309.

Grabado que representa la sede papal de Aviñón, obra del arquitecto y jesuita francés Étienne Martellange en 1617.

La falta de liquidez estuvo también detrás de la expropiación de los bienes de la Orden del Temple en 1307 y su posterior abolición. En 1316, tras el breve reinado de Luis X el Obstinado, hijo de Felipe IV, accedió al trono su hermano Felipe V el Largo, que estableció la exclusividad del hombre en la sucesión para ser coronado en lugar de su sobrina. Con el fin de obtener apoyo y legitimación, reforzó los Estados Generales instituidos en 1314. Esta norma, que volvería a aplicarse cuando al morir Felipe fue sucedido por otro hermano –Carlos IV el Hermoso– en lugar de alguna de sus hijas, acabaría muy pronto con la dinastía de los Capeto, ya que el tercero de los hijos de Felipe IV tampoco tuvo descendencia masculina.

Con la entronización de Felipe VI, primo de los tres anteriores, se inició en 1328 una nueva dinastía, la de los Valois, frente a la reclamación de Eduardo III de Inglaterra, el único nieto varón de Felipe IV, si bien lo era por línea femenina. El conflicto sucesorio, lejos de resolverse, constituyó el origen de la guerra de los Cien Años.

El declive del poder de la Iglesia fue paralelo al del Imperio, que había visto sus fronteras reducidas a Europa central y su influencia concentrada en favor de príncipes, obispos, cantones y poderes locales.

INGLATERRA CEDE PODER AL PUEBLO


Inglaterra alcanzó el siglo XIV de un modo bien distinto. Prácticamente un satélite de la Galia desde que Guillermo de Normandía la había conquistado en 1066, el reino experimentó un importante impulso en la segunda mitad del siglo XII, durante el reinado de Enrique II, que inició la dinastía de los Plantagenet e intentó expandir su dominio a Gales, Escocia e Irlanda. Pero la sucesión por sus hijos Ricardo I Corazón de León y Juan Sin Tierra, quien primero había usurpado el trono de su hermano y más tarde lo sucedió, derivó en la pérdida de sus amplias posesiones en la Galia, que habían llegado a ser mayores que las del rey de Francia. Los errores achacables a la torpeza del ambicioso Juan Sin Tierra dieron alas a la nobleza y al clero, que le hicieron firmar la primera Carta Magna, que evolucionó hacia un experimental constitucionalismo durante el reinado de su hijo Enrique III –un Parlamento con representantes de las ciudades que el rey debía convocar tres veces al año y del que se escogía a su Consejo Real–. Este monarca firmó en 1259 el Tratado de París, por el que Inglaterra aseguraba su vasallaje al rey de Francia y recuperaba, a cambio, parte de sus posesiones continentales.

Juan Sin Tierra firmó en 1215 la Carta Magna, que restó poder a la Monarquía.

El hijo de Enrique III, Eduardo I, fue el primero de nombre inglés. Durante su reinado (1272-1307) Inglaterra se convirtió, por primera vez, en el centro de un reino que hasta entonces había tenido su alma en la Galia. El constitucionalismo recibió nuevos impulsos, reforzados por Eduardo II hasta que fue asesinado en 1327 por orden de su esposa, Isabel, hija del rey francés Felipe IV el Hermoso. Al cumplir los dieciocho años, en 1330, Eduardo III se hizo con el trono que su madre había usurpado, y se preparó pacientemente para reclamar, en 1337, el trono de Francia como único nieto varón de Felipe IV, iniciando la que sería conocida como la guerra de los Cien Años.

LA GUERRA MÁS LARGA


Como continuación de las contiendas territoriales a las que había puesto fin temporal la Paz de París de 1259, la guerra de los Cien Años enfrentó a Inglaterra y Francia con el trono galo en disputa, lo que habría supuesto, si los Plantagenet hubieran logrado su propósito, la instauración de un nuevo imperio hegemónico en Occidente. Tan larga confrontación consistió en realidad en una sucesión de guerras –principalmente dos– separadas por períodos de paz y unidas por fines igualmente políticos y geoestratégicos. Inglaterra pretendía, entre otros objetivos, afianzar su soberanía sobre la región de la Guyena, que le suministraba los vinos que la isla no era capaz de producir. También trataba de evitar la influencia de Francia en sus exportaciones de lana a la industria textil de Flandes, cuyo conde era vasallo del rey francés, contra la tendencia favorable a Inglaterra de la burguesía local.

Precisamente en Flandes comenzó la confrontación: después de que el conde, rompiendo el tradicional vínculo comercial con Inglaterra, hiciera detener a los ingleses residentes en su territorio, el rey Eduardo III provocó el cierre de muchos talleres al dejar de suministrarles sus lanas. La reacción popular hizo huir al conde, que tuvo que dejar su tierra en manos de los burgueses, que reconocieron a Eduardo III como rey de Francia y obtuvieron su protección y la exención de impuestos a la entrada de sus productos en Inglaterra.

En 1346 la escalada bélica aumentó cuando el rey inglés desembarcó por fin en Francia; y lo hizo engañando al enemigo, que esperaba que entrara a través de sus posesiones en la Guyena, y no como sucedió en realidad, por las playas de Normandía, desde donde llegó sin problemas a los alrededores de París y, más tarde, se apoderó de Calais. A este avance le siguió una tregua de siete años, que no impidió que el nuevo conde de Flandes –nieto del anterior– recuperara sus territorios mientras se instalaba en el trono francés Juan II el Bueno, que estuvo muy influido por su yerno, el rey de Navarra Carlos II el Malo. Reanudadas las hostilidades, en 1354, Eduardo, príncipe de Gales, arrasó las posesiones francesas desde el sur y logró hacer prisionero a Juan II, al que condujo a Londres.

La supuesta debilidad del regente Carlos –joven heredero de Juan II, que años más tarde ocuparía el trono con el nombre de Carlos V el Sabio– dio poder a los burgueses, encabezados por Étienne Marcel –que pretendía instaurar un parlamentarismo similar al inglés–, y a Carlos el Malo, que le disputaron la hegemonía. No lograron arrebatársela gracias al apoyo del pueblo y a su propia inteligencia. Una vez superado el obstáculo, el regente se hizo fuerte y logró que Eduardo III firmara en 1360 la Paz de Brétigny,...