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Bratislava - Edición 2023

Bratislava - Edición 2023

of: Juan Carlos Moreno, Ecos Travel Books

Ecos Travel Books, 2023

ISBN: 9788415563792 , 200 Pages

2. Edition

Format: ePUB

Copy protection: DRM

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Price: 7,99 EUR



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Bratislava - Edición 2023


 

Bratislava hoy… y ayer


En la actualidad la conocemos como Bratislava, pero eso es desde hace relativamente poco tiempo, algo así como un siglo. Antes era Pressburg, Presburgo, y así es como sigue apareciendo en los libros de autores germanos, en algunos manuales de historia o incluso en los callejeros de ciudades como París. Pero era también Pozsony, y como tal llegó a ser capital del reino de Hungría. Si tales denominaciones pueden parecer ya muchas, aún falta añadir las cultas, la latina Posonium y la griega Istropolis, la “ciudad del Danubio”.


Pressburg para los austriacos, Pozsony para los húngaros y Posonium e Istropolis para la intelectualidad amante del clasicismo grecorromano. ¿Y para los eslovacos? Algo así como una eslovaquización de los dos primeros nombres, Prešporok o Požúň. Bratislava solo empezó a conocerse con este nombre tras la proclamación de la primera República de Checoslovaquia, surgida del colapso del Imperio austrohúngaro tras la Primera Guerra Mundial. El 6 de marzo de 1919, un decreto estableció que ese sería su nombre oficial. Era toda una declaración de intenciones, pues Bratislava deriva de Bratislav, la denominación que los miembros del despertar nacional eslovaco empezaron a usar a partir de 1840 para referirse a esta ciudad danubiana. Y todo porque un historiador y eslavista de ese movimiento romántico llamado Pavol Jozef Šafárik (1795-1861), había concluido que ese era su nombre eslavo correcto, derivado del de un rey medieval checo, Břetislav I, que vivió en la primera mitad del siglo XI.


Aunque parezca un lío, y ciertamente lo es, este cóctel de nombres es interesante porque nos habla de una ciudad en la que han convivido a lo largo de los siglos tres pueblos muy diferentes (cuatro, si se añade la otrora amplia comunidad judía), no solo por su origen o su historia, sino también por su lengua: el alemán, el húngaro y el eslovaco. De ellas, curiosamente, el eslovaco era hasta hace un siglo la menos común. ¿Cómo entonces Presburgo-Pozsony llegó a convertirse en Bratislava y, de ese modo, en capital de la República de Eslovaquia? Toca, pues, dar unas cuantas pinceladas de historia.


En Bratislava, en la zona ocupada por el Hrad, el Castillo, se han encontrado vestigios de ocupación humana desde la Edad de Piedra. En el siglo I a.C. eran los celtas los que estaban por aquí y ya en el siglo I d.C., fueron contingentes romanos los que hicieron su aparición para reforzar la frontera del Imperio. Tras la caída de este, llegaron los germanos, pero fueron los eslavos los que, a partir del siglo VII, se asentaron de forma más duradera. Incluso llegaron a formar un imperio, la Gran Moravia, que aunque efímero, llegó a controlar extensas zonas de lo que hoy es no solo Eslovaquia, sino también Hungría, República Checa, Austria, Alemania, Rumanía, Polonia y Ucrania. No es extraño que su príncipe Svätopluk haya quedado en la memoria de los eslovacos como símbolo de la época más gloriosa de su pueblo. Fue por entonces también, en el siglo IX, cuando los monjes Cirilo y Metodio acometieron la evangelización de estas tierras. La llegada de un nuevo pueblo, los húngaros, precipitó el colapso de la Gran Moravia, ya muy debilitada por las luchas intestinas entre los herederos de Svätopluk. El territorio de Bratislava, que entonces no era más que un poblado en la colina del Hrad, pasó de eslavo a magiar. Y a alemán, pues el rey san Esteban I de Hungría favoreció el establecimiento de colonos de ese origen a principios del siglo XI.


Gracias a su estratégica situación en las vías comerciales del Danubio, Bratislava era ya una ciudad importante del reino húngaro y aún lo sería más a partir de 1291, cuando el rey Andrés III le concedió el privilegio de ciudad real y libre. A la prosperidad económica se unió la cultural, sobre todo desde que en 1465 el rey Matías Corvino estableciera en ella la primera universidad en tierras eslovacas, la Universitas Istropolitana. Nadie podía imaginar entonces que la ciudad se convertiría en la capital del reino: en 1526, la destrucción del ejército magiar en la batalla de Mohács permitió a los turcos ocupar dos terceras partes de Hungría, incluida la capital, Buda. Pozsony ocupó su puesto, y a ella se trasladaron la nobleza superviviente y la jerarquía eclesiástica, empezando por el arzobispo de Ezstergom. No así el rey: Luis II murió en la batalla sin dejar descendencia y la corona pasó a su primo Fernando de Habsburgo, quien a partir de 1556, tras la abdicación de su hermano Carlos V, llegaría a ser emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. El hijo de Fernando, Maximiliano II, se convirtió en 1563 en el primer rey de Hungría coronado en la catedral de San Martín de Bratislava, una tradición que se mantendría hasta 1830 y en recuerdo de la cual se celebra cada último fin de semana de junio una fiesta que hace que la ciudad se vista con galas de época.


Los reyes, que a su vez eran emperadores, residían en Viena, muchas veces despreocupados de lo que acontecía en Bratislava. Y esto fue así hasta el siglo XVIII, cuando la emperatriz María Teresa empezó a pasar largas temporadas en Pressburg para estar más cerca de sus súbditos húngaros. Fue una época dorada que duró lo que la soberana, pues su hijo, José II, no solo no pensaba moverse de Viena, sino que hizo que la capital húngara regresara a la reconquistada Buda.


En el siglo XIX, una vez superada la aventura napoleónica, Bratislava supo reconvertirse en un floreciente centro industrial y comercial gracias a una emprendedora burguesía de habla alemana. La Revolución industrial, que apenas había conocido implantación en Hungría, se abría así paso en este rincón del reino. Bratislava, de hecho, era una isla alemana en una Hungría cuya Dieta no escatimaba medios para lograr la magiarización de la sociedad, incluyendo el cierre de las escuelas e institutos que enseñaban en eslovaco.


Estalló la Primera Guerra Mundial y, con ella, todos los conflictos latentes entre las naciones que formaban el Imperio austrohúngaro llevaron a este a su disolución una vez consumada la derrota en el conflicto. Bohemios y moravos, que habían formado parte de la parte austriaca dentro de la doble corona austrohúngara, y eslovacos, que lo habían sido de la parte húngara, decidieron entonces unirse en una república, Checoslovaquia, cuyo mismo nombre ya muestra el deseo de resaltar el carácter eslavo de la unión. Fue entonces cuando Bratislava se convirtió en la capital de la parte eslovaca y cuando el eslovaco empezó a ganar presencia en la sociedad. Fue un proceso rápido, que ni la creación de la república títere de Eslovaquia en 1939 por la Alemania nazi consiguió frenar. Tras la Segunda Guerra Mundial, Checoslovaquia se reconstituyó, solo que con un régimen en la órbita de la Unión Soviética que se mantuvo hasta 1989. Cuatro años después del colapso del socialismo, checos y eslovacos decidieron emprender rumbos diferentes y fue así como Bratislava se convirtió en la capital de Eslovaquia. Desde 2004 es miembro de la Unión Europea.


Todas esas etapas históricas pueden verse en la Bratislava actual, aunque a veces el paso de una a otra sea abrupto y traumático, como si la ciudad fuera incapaz de desarrollarse según unos parámetros racionales. Los saltos estéticos rayanos en la agresión visual abundan en Bratislava y el ejemplo más flagrante de ello es el Most SNP, el puente de aire futurista que los socialistas levantaron sobre el Danubio y cuya construcción se llevó por delante el antiguo barrio judío, ya desierto tras el paso de los nazis. La ciudad vieja y la colina del Hrad han quedado desde entonces separados por una transitada cinta de asfalto, con todo lo que ello supone para la estabilidad de la catedral gótica de San Martín. Y, sin embargo, hoy ese mismo puente se ha convertido, por méritos propios, en uno de los iconos más reconocibles de la ciudad con el castillo y la catedral.


Bratislava, pues, es una ciudad chocante y contradictoria, pero es eso mismo lo que la hace interesante. Su centro histórico está bien preservado y tiene un incomparable encanto, sobre todo en calles como Kapucínska, con su calzada todavía de adoquines y sus viejas casonas que testimonian un pasado esplendor. Es un centro pequeño y recogido, prácticamente todo él peatonal, que invita a pasear con calma. Pero fuera de él también hay muchas cosas que ver: inevitable, la colina del Hrad, donde Bratislava comenzó a escribir su historia. Desde ella se obtienen las mejores vistas de la ciudad y del Danubio, ese río que por sí solo ya es capaz de realzar todo lo que baña. Pero no hay que quedarse ahí, sino salir a explorar la ciudad nueva, tanto sus palacios del siglo XVIII erigidos por la aristocracia húngara, como los edificios de estilo ecléctico que representan el auge de la clase burguesa del siglo XIX, sin olvidar la arquitectura socialista, como el Most SNP o la pirámide invertida de Slovenský rozhlas, la Radio Eslovaca.


Con sus poco más de 400.000 habitantes, Bratislava es una ciudad distinta, capital de un país joven y ella misma habitada por gente muy joven. De ahí su carácter dinámico y emprendedor, que hace que se construya y se reconstruya constantemente, incluso de manera disparatada e irritante cuando lo nuevo ahoga o arrasa islas de edificios históricos. Pero es inevitable que sea así: la soñolienta ciudad que despertó del socialismo y se vio poco después convertida en la capital de un Estado se ha lanzado, para bien y para mal, a...