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Breve historia de la guerra antigua y medieval

of: Francisco Xavier Hernández Cardona, Xavier Rubio Campillo

Nowtilus - Tombooktu, 2010

ISBN: 9788497639750 , 272 Pages

Format: ePUB

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Price: 7,99 EUR



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Breve historia de la guerra antigua y medieval


 

1


Guerras lejanas


GUERRA DE LA PREHISTORIA


El concepto guerra es polisémico, pero hay consenso en considerar que una guerra es un conflicto violento entre humanos en el cual se utilizan instrumentos o armas, es decir, tecnología, en el que participan ejércitos o grupos, más o menos organizados y que, usualmente, tiene por objetivo primario dominar directa o indirectamente un entorno espacial y, de manera subsidiaria, sus recursos naturales, humanos o económicos. En definitiva, una interacción violenta entre humanos, instrumentos, máquinas, espacios y recursos. A menudo el proceso cuenta con cobertura ideológica, desarrollo de ritos, convenciones o reglamentos, que se imponen voluntariamente los participantes.

Sin embargo, la arqueología evidencia que los más remotos enfrentamientos humanos tal vez tuvieran como objetivo la simple obtención de alimentos. En numerosos yacimientos con restos de género Homo se ha podido comprobar que los huesos aparecen con marcas de procesos de descarnación y que fueron fracturados para obtener el tuétano. Tales operaciones solo se explican a partir de prácticas de canibalismo. Tal es el caso de los restos de la Sima de los Huesos de la sierra burgalesa de Atapuerca que hacen pensar en conductas violentas, organizadas y colectivas, practicadas hace ochocientos mil años, durante el Paleolítico Inferior, por el denominado Homo antecessor.

Durante el Paleolítico Medio (100000-50000 a. C.) el Homo neanderthalensis practicó el canibalismo de manera asidua. Todo parece indicar que los neandertales cazaban todo tipo de animales, incluso a los de su propia especie, tal como se puede comprobar a partir de numerosos yacimientos, como, por ejemplo, el de la cueva del Sidrón, en Asturias, que cuenta con unos cuarenta y tres mil años de antigüedad. Precisamente, entre las teorías que se consideran para explicar la extinción de los neandertales, una de ellas especula con su canibalismo endogámico, factor que podría haber contribuido a su decaimiento demográfico. Por el contrario, los restos arqueológicos asociados al Homo sapiens sapiens no muestran un comportamiento similar, tal como atestiguan los sistemáticos ritos de inhumación y protección de los muertos, lo cual les dio finalmente una mejor estrategia de supervivencia y evolución.

Es obvio que resulta inquietante la consideración de que los humanos evolucionaran gracias, o a pesar de una componente, el canibalismo, que resulta incomprensible, y condenable, para las mentalidades contemporáneas. A su vez, el canibalismo implicaba cacerías o enfrentamientos entre seres de la misma especie y, en definitiva, prácticas asimilables al concepto de guerra.

Teniendo en cuenta este contexto previo no es de extrañar que los Homo sapiens, en ocasiones, se hayan mostrado propensos a solucionar sus diferencias apelando al exterminio de sus semejantes, aunque lo que parece el éxito de su evolución tuvo que ver con estrategias participativas que obviaban la práctica sistemática del canibalismo respecto al propio grupo.

En general, los Homo sapiens son sociales y acostumbran a cooperar y dialogar para solucionar sus problemas. Aunque la mayoría de las culturas y civilizaciones se han desarrollado sobre bases solidarias, la guerra ha formado parte del devenir humano si bien como situación excepcional. Sin entrar en un juicio de valores sobre su ética, es un fenómeno que ha existido y existe, y naturalmente las guerras también han decidido la historia, dicho lo cual no vamos a insistir en la obviedad de que la guerra es una práctica contradictoria con la dinámica evolutiva y de socialización de la humanidad.

Como se ha señalado, la guerra es un fenómeno transversal y transtemporal que no necesariamente debe relacionarse con el desarrollo tecnológico, político o social. Sociedades de cazadores-recolectores de la Prehistoria o de periodos recientes han practicado la guerra con el mismo empeño que las sociedades neolíticas, las industriales o las postindustriales.

Las fuentes y la documentación sobre los pueblos cazadores-recolectores o sobre los agricultores incipientes, de tiempos más o menos cercanos, evidencian que la guerra formó parte de la realidad y práctica de algunos de ellos.

A finales del Paleolítico Superior, hace unos doce mil años, los grupos de cazadores y recolectores organizados en bandas erráticas dieron paso a nuevas y complejas formas de organización social en la medida que se extendían las prácticas agrícolas y ganaderas. La jerarquización social fue en aumento y finalmente aparecieron sociedades de jefatura, en las que caudillos permanentes o circunstanciales contribuían a la redistribución de recursos y a la organización de tareas complejas. En esta dinámica de nuevos marcos sociales que apuntaban a las tribus, los enfrentamientos entre humanos continuaron siendo una práctica usual. El mito del «buen salvaje» prefigurado por el pensador suizo del siglo XVIII Jean-Jacques Rousseau y el del «comunismo primitivo» que imaginaban, a finales del siglo XIX, autores del materialismo histórico como Friedrich Engels difícilmente pueden sostenerse hoy a partir de las evidencias arqueológicas.

El Paleolítico Superior acabó hace doce mil años aproximadamente, en algunos lugares de Europa occidental pervivieron las mismas formas de vida basadas en la caza y la recolección en lo que se conoce como periodo Epipaleolítico. En Oriente Próximo, el final del Paleolítico dio paso al Neolítico, caracterizado por el desarrollo de la ganadería y la agricultura que, en sucesivos periodos, se extendió hacia Europa, el norte de África y Extremo Oriente.

En el Epipaleolítico y el Neolítico encontramos ya evidencias de confrontaciones sistemáticas entre humanos. En la villa de Talheim (en el actual estado alemán de Baden-Wurttemberg), los arqueólogos localizaron restos de los resultados de un enfrentamiento violento entre humanos. Hace unos siete mil años, las llanuras del centro y sur de la actual Alemania estaban ocupadas por agricultores. Cultivaban cereales y en sus confortables granjas había bueyes, vacas y cerdos. Su instrumental de piedra era muy eficaz y contaba con hoces de sílex, raspadores, raederas para preparar pieles, punzones, etc. Las hachas de piedra pulimentada respondían al tipo conocido como de «horma de zapato».

Las excavaciones de los poblados invitan a pensar en pueblos pacíficos con aldeas localizadas en llanuras y sin muros defensivos. Pero, entre 1983 y 1984, las excavaciones de Talheim revelaron restos inquietantes: una fosa común con los restos de dieciocho adultos y dieciséis adolescentes y niños. No había ningún niño menor de cuatro años. Todos los cadáveres identificados pertenecían a personas que habían muerto de forma violenta. La mayoría recibieron el primer golpe cuando estaban de pie, probablemente huyendo. Cuando cayeron al suelo fueron brutal y reiteradamente golpeados. Sus cuerpos tenían las señales terribles de los instrumentos de ataque: las hachas de «horma de zapato». Recibieron golpes diestros en la bóveda craneal, en la nuca y en los temporales. También sufrieron heridas punzantes muy profundas, que afectaban incluso a los huesos pélvicos. El estudio detallado demostró que algunos individuos habían recibido simultáneamente golpes por todo el cuerpo. Habían sido atacados por más de una persona y que, una vez muertos, los agresores se ensañaron con sus cadáveres.

Por supuesto, se desconocen las causas del brutal enfrentamiento, solo sabemos que los agresores utilizaban, como los agredidos, hachas de «horma de zapato». Probablemente fue una guerra entre grupos de campesinos vecinos. Sorprende también la ausencia de niños pequeños… Tal vez fueron secuestrados, el resto del grupo sucumbió totalmente en el ataque. Si hubiese habido supervivientes, los cadáveres habrían tenido una sepultura de acuerdo con sus rituales de muerte. No fue este el caso.

Este ejemplo de masacre entre campesinos no es el único que conocemos. En las localidades de Asparn-Schletz (Austria) y Manheim (estado de Baden-Wurttemberg, Alemania) también se localizaron yacimientos neolíticos con brutales masacres. Pero los europeos no eran los únicos campesinos irascibles. Las potentísimas murallas de Jericó (Palestina), levantadas a partir del VIII milenio a. C., indican que las sociedades neolíticas de Oriente Próximo conocían el miedo y la violencia.

Recreación de la fosa de Talheim (Baden-Wurttemberg, Alemania). Los restos localizados por los arqueólogos pertenecen a familias que podían estar emparentadas y que fueron aniquiladas en un ataque fulminante en el que se utilizaron hachas pulimentadas. Ilustración de Mar H. Pongiluppi.

Las pinturas rupestres del Levante de la península ibérica evidencian también, a manera de crónicas gráficas, singulares situaciones guerreras que se daban en los milenios V y IV a. C.

En el Cingle de la Mola Remigia (en el municipio castellonense de Ares del Maestre, en España), el abrigo número 9 cuenta con una pintura de pequeño tamaño, de apenas un metro cuadrado, que muestra dos grupos de guerreros enfrentados, uno compuesto por veintidós arqueros y otro de trece o catorce. El grupo más numeroso tiene una primera línea que avanza contra los enemigos; está formado por diez u once arqueros, algunos llevan los arcos en tensión, prestos a disparar, otros se dirigen contra el adversario a la carrera. Detrás de ellos, en la parte superior, hay otro grupo; es un retén de reserva formado por ocho guerreros. Llevan arcos con tres o cuatro flechas;...